El péndulo como forma de gobernar
Para evitar el movimiento pendular hacia el mercantilismo, que se inicia de nuevo, hay que crear una nueva articulación entre Estado, mercado y sociedad civil
Josep Maria Pascual
Doctor en Sociología, politólogo y economista. Coordinador de AERYC (África, América y Europa de Regiones y Ciudades).
Josep Maria Pascual
La innovación en políticas públicas es, demasiado a menudo, el eterno retorno de antiguas ideas fracasadas. Antiguas ideas a las que simplemente se les cambia el nombre, pero sobre las que no existe un serio trabajo de evaluación y puesta al día, que sería la fuente de innovación.
Desde el punto de vista de la gobernación y la democracia la reiteración más peligrosa y frecuente es la que denomino gobernación del péndulo, que en su idas y venidas destruye las bases de una sociedad civil plural y, con ello, una democracia basada en la confianza, la colaboración y la convivencia.
Entre los años 80 y la primera década del siglo XXI predominó, fundamentalmente en las ciudades de Europa y América, una forma de gobernar que despreciaba el papel de la administración pública en la sociedad por sus antecedentes de gestión ineficaz, burocrática, alejada de las preocupaciones y demandas de los ciudadanos y obstaculizadora del progreso económico. Se denominó la nueva gestión pública. Para esta forma de gobernar, la administración debía actuar con los mismos criterios que el mercado: economía, eficacia, eficiencia y beneficio. La administración debía intentar transformarse, ella misma, en una empresa 'casi mercantil' y, sobre todo, favorecer al mercado en la gestión de los servicios públicos, desburocratizando estos mediante su simple entrega a la iniciativa mercantil.
La consecuencia fue el olvido del papel de las instituciones en el progreso económico y social de las ciudades, el declive de la acción del Gobierno democrático y supuso la apropiación mercantil de los espacios públicos y un deterioro de los bienes comunes.
A partir de la primera década del siglo XXI, y como consecuencia de la crisis social de 2008, se produjo un recambio en la forma de gobernar, volvió con otras denominaciones el estatalismo y el predominio burocrático, volvieron las formas de gobernar que entraron en crisis en los 80 con otras denominaciones, pero con la misma sustancia. Gestión directa de la administración de los servicios públicos, menosprecio absoluto del mercado y, lo que es más importante, desprecio al papel de dinamizadores y cohesionadores sociales de la iniciativa social no lucrativa, a la que se debilita interiorizando unos servicios que a ella se contrataban en inadecuadas condiciones, o bien absorbiendo a sus profesionales.
Las consecuencias están siendo las mismas que en los 80 generaron el triunfo de la “nueva gestión pública”: se agranda, que no fortalece, la administración de manera improductiva y se insensibiliza al aparato administrativo de los retos y las necesidades sociales. Se desertiza a la sociedad civil y, con ello, la democracia y su expresión social y plural.
Se trata de lograr unos gobiernos promotores de lo público, que lo es de todos y no exclusivo de la administración
Los días 1 y 2 de marzo la asociación de analistas y profesionales de la gobernanza AERYC (África, América y Europa de Regiones y Ciudades) plantea, en su encuentro de Barcelona, la necesidad de fortalecer la sociedad civil de las ciudades y metrópolis ante el Estado y el mercado. Se trata, en opinión de estos profesionales, de aprovechar los nuevos indicios de la crisis del estatalismo y evitar el movimiento pendular hacia el mercantilismo que se inicia de nuevo, incrementando la incidencia social y política de una muy amplia y especialmente plural sociedad civil, cuya capacidad de colaboración y cooperación, entre sí y con las instituciones democráticas, es la principal oportunidad de las ciudades para un progreso humano: equitativo, sostenible, y universal, en el sentido de que llegue a toda la ciudadanía.
No se trata de hacer frente al Estado ni al mercado sino de crear una nueva articulación Estado-mercado y sociedad civil. Conseguir unos gobiernos democráticos promotores con responsabilidad sobre lo público, que es lo de todas y todos y no pertenencia exclusiva de la administración, garante de derechos y deberes, y un mercado eficaz, regulado con externalidades positivas. Esta nueva articulación sólo puede venir del resurgimiento de su eslabón más débil, pero con mayor capacidad de incidencia futura: una sociedad civil, garante de lo plural, no absorbible por los partidos políticos, comprometida socialmente y con un mínimo de capacidad de incidencia sociopolítica, de la que hoy carece.
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