GOLPE FRANCO

Oda apasionada a Dembélé

Dembelé protesta por la pérdida de tiempo en un saque de banda

Dembelé protesta por la pérdida de tiempo en un saque de banda / Jordi Cotrina

Juan Cruz

Juan Cruz

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En el banquillo parece purgar un pecado capital de desobediencia o de lujuria, así que se tapa los labios con el equipaje oscuro que le da el Barça a todos los que esperan en ese lugar de penitencia a entrar o no entrar en la cancha, que es de lo que trata el oficio que eligió entre los que están disponibles para un muchacho que corre. Cuando sale al campo, empujado por quienes administran esa cárcel de oro, recibe desde la grada un jarro de agua helada que sólo acalla, luego, la inevitable incertidumbre de su juego.

En el campo es, después de ese drama que la grada ha escenificado como en un circo romano, con la misma crueldad e indiferencia, se pone en juego la calidad que no se le disputa. El griterío que ha precedido a esta única ceremonia que hace del futbol una vida interesante, el juego, ha tenido que afectarle, pero él corre como si una voz distinta a la que acaba de sonar multitudinaria desde los asientos lo empujara a huir del ruido para encontrarse, ojalá, con un gol que calme a las fieras.

El circo romano

Es interesante observar la naturaleza de los gritos, que no son aceptados ni por el entrenador ni por el más destacado de los barcelonistas de campo, Gerard Piqué, pero que han sido jaleados, con la torpeza que observan desde hace tiempo los que se sientan en las mejores localidades del estadio. Han tratado con torpeza al futbolista, se han sentido propietarios de sus decisiones libres, lo han hecho retratar como a un muchacho intratable, pero al final lo han mantenido en la alineación. Pero el torpe desdén de la gestión lo ha mantenido en alto para humillarlo. Y ahí está el circo romano atendiendo a los designios de Laporta para decirle a Dembèlè que no es bienvenido. 

Siempre quiero que el Barça marque goles, que los marque hasta Ter Stegen desde muy fuera del área; quiero además que gane, como Roncero quiere que gane su equipo, hasta en los entrenamientos; no me distingo por otra fe que la que tengo en las personas, pero abrazaría cualquier fe que ahora, cualquier día de estos, hoy mismo, garantizara que este muchacho que parece una gacela de aire marcara goles y goles y goles hasta que sea su momento de decir, como decía Robert Graves, adiós a todo esto. 

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