Ágora

Ser alcalde: 100 días de cambio e ilusión

La política tiene que hacer posible que esa ilusión se materialice en inversiones enquistadas, en proyectos necesarios, en una transformación que la ciudad necesita

Fachada del Ayuntamiento de Badalona.

Fachada del Ayuntamiento de Badalona. / Ayuntamiento de Badalona

Rubén Guijarro

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Esta semana cumplo 100 días como alcalde de Badalona. Han sido 100 días meteóricos en los que he entendido la urgencia de una ciudad que está cansada de tanto vaivén político, de tanto circo, de tan poca coherencia.

Entiendo el hartazgo de mis convecinos, entiendo la frustración y el recelo. Entiendo también la desconfianza, sobre todo entiendo la desconfianza: ¿por qué van a confiar en mí, si en últimos años tantos alcaldes diferentes les han fallado? El descrédito político de mi ciudad es el resultado lógico del fracaso de sus últimos dirigentes, de todos. Negarlo es hacerse trampas al solitario.

Quizás por eso las promesas en Badalona tienen una fecha de caducidad temprana. La ciudad necesita futuro, sí, pero a golpe de presente. Solemos identificar la política municipal con la política del día a día. En Badalona es necesario ir más allá, necesitamos una política de minuto y resultado: ¿qué has hecho hoy por la ciudad y a cuántos vecinos y vecinas beneficia esta o aquella acción concreta? Cada noche, desde hace 100 días, me formulo esa pregunta. Cada mañana, desde hace 100 días, trabajo incansablemente para que ni una sola noche se quede sin respuesta.

En estos 100 días mi primer objetivo ha sido y sigue siendo situar a la ciudad en el mapa, reconstruir puentes que estaban del todo rotos. Badalona se había convertido en una isla política en la que nadie quería naufragar. Esto, afortunadamente ha cambiado: tres 'consellers', dos ministras, un director general del Gobierno de España y el 'president' de la Generalitat han querido visitar y comprometerse con esta nueva Badalona. Sin la colaboración supramunicipal, la política municipal empequeñece y pierde oportunidades. 

Otro objetivo fundamental es, sin duda, hacer políticas para las personas que más lo necesitan; la política no solo no debe dejarlos al margen, sino que debe situarlos en el centro de sus acciones.

Cuesta comprender cómo Badalona era la única ciudad del área metropolitana sin un Plan de Reconstrucción Social y Económica. Si algo me enorgullece especialmente en estos primeros 100 días como alcalde es haber destinado 5’4 millones de euros para financiar ayudas destinadas a políticas de vivienda, educación y formación, autónomos y políticas sociales. 

Badalona necesita creerse la ciudad que es, una ciudad solidaria, investigadora, deportista. No entiendo qué interés subrepticio puede haber en dibujar cada día una Badalona gris, insegura, sucia y al borde del abismo. Proyectar una Badalona en negativo es el más efectivo repelente para atraer talento, reactivar nuestra economía y reafirmarnos como lo que realmente somos: una con un enorme potencial. Una ciudad que se quiere y se muestra al mundo, segura de sí misma.

Quiero devolver la ilusión a mi ciudad después de una etapa gris y convulsa, después de una etapa tremendamente injusta. La ilusión y el orgullo de ser y vivir en Badalona. No es una tarea fácil, la política tiene que hacer posible que esa ilusión se materialice en inversiones enquistadas, en proyectos necesarios, en una transformación que la ciudad necesita. Los presupuestos municipales suponen la materialización de esos proyectos urgentes, justos y beneficiosos para la ciudad, 100 millones de euros que nuestra ciudad no puede dejar escapar en nombre de ninguna estrategia política.

No puedo acabar sin un agradecimiento incondicional a los vecinos y vecinas de Badalona. Ellos y ellas sí han estado a la altura a pesar del caos y de la inoperancia política pasada. Les pido que sigan siendo tan exigentes como lo han sido estos primeros 100 días, pero también que me ayuden a devolver la ilusión a Badalona, a transformarla en la ciudad que queremos ser.

Recuerdo una viñeta del maestro Forges, en la que un vecino afirmaba categóricamente a otro que todos los políticos son iguales. “Eso es lo que ustedes quisieran”, le responde su interlocutor. Les aseguro que no, no todos los políticos somos iguales. Yo no les voy a defraudar, soy alcalde pero ante todo, soy un vecino.

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