Reforma laboral

Lo esencial y lo accesorio

La debilidad parlamentaria del Gobierno de coalición, que suma solo 155 de los 350 diputados de la Cámara Baja, le obliga a negociar cada proyecto con muchos grupos

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congreso / David Castro

Rosa Paz

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Si nada se tuerce, lo que no es imposible, el Gobierno logrará este jueves que el Congreso de los Diputados apruebe la reforma laboral. Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y el resto del equipo gubernamental han estado hasta el último momento conteniendo el aliento porque no les salían las cuentas ante la negativa de sus socios preferentes, ERC y PNV, a secundar el pacto alcanzado con las centrales sindicales y la patronal. El acuerdo de los agentes sociales también fue difícil y había muchos agoreros que lo consideraban inverosímil. Pero se logró, como se conseguirá su aprobación parlamentaria, gracias, por cierto, a Ciudadanos, que recupera centralidad, y a dos puñados de grupos pequeños, entre ellos Compromís, UPN y el PDECat, que ha roto la estrategia del nacionalismo catalán de votar en contra —Esquerra y Junts— y se decantó este miércoles por el 'sí'.

La debilidad parlamentaria del Gobierno de coalición, que suma solo 155 de los 350 diputados de la Cámara Baja, le obliga a negociar cada proyecto con muchos grupos. No es la primera vez que el Ejecutivo llega en una situación agónica a la votación, razón de más para preguntarse por qué PSOE y Unidas Podemos se sienten tan atraídos por el barranquismo político, asomándose al vacío aún a riesgo de despeñarse, y no buscan la seguridad en el trato esmerado con sus socios habituales que, a veces, como ahora, y al margen de otros argumentos, se han sentido marginados y airados. Tampoco se entiende que en un proyecto en el que Sánchez y Díaz han puesto tantas expectativas, haya habido tentaciones de rechazar el apoyo de aquellos con los que no hay sintonía ideológica. Siendo esta, además, una norma transversal, que nace del acuerdo, también transversal, de patronal y sindicatos. La aprobación de la reforma laboral señala un mal que aqueja a muchos partidos, incapaces muchas veces de distinguir entre lo esencial, ahora la reforma laboral, y lo accesorio, las simpatías o antipatías recíprocas y los intereses puramente partidistas. 

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