Plaza cerrada

La Catalunya real es Vic

Un conductor arrolla las cruces amarillas plantadas en la plaza mayor de Vic.

Un conductor arrolla las cruces amarillas plantadas en la plaza mayor de Vic. / periodico

Albert Soler

Albert Soler

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Fue un grave error de Presidentorra, el proclamar Girona capital de la Catalunya auténtica. No es que esta mi ciudad no sea lo suficientemente casposa, ñoña y pagada de sí misma para merecer tal honor, pero no hay duda de que Vic, en la Catalunya profunda, simboliza aún mejor la republiqueta que un día nos quisieron endosar. Si ya hace un tiempo Vic fue noticia porque su megafonía callejera recordaba a los sufridos viandantes -al más puro estilo orwelliano- la existencia de no sé qué presos políticos, ahora el ayuntamiento niega la celebración de actos si estos difieren de la opinión de la mayoría de la población. Eso no se le ocurrió ni al pobre Orwell, que antes imaginó pensar a un cerdo que a Anna Erra, alcaldesa de Vic.

Demos por bueno que la alcaldesa sepa perfectamente lo que piensan sus súbditos acerca de todos los temas, desde los políticos y sociales hasta los sexuales y dietéticos, al fin y al cabo su amor por la distopía orwelliana debe de suponer espiarles a todas horas para conocerlo todo de ellos. Lo que es digno de reconocimiento va más allá, es ese prohibir cualquier manifestación pública que se aleje de la opinión mayoritaria. Lo que piensen las minorías debe ser erradicado, que por algo son minorías. O por lo menos dichas minorías han de ser calladas hasta que llegue el momento en que puedan ser encarceladas, como el Winston Smith de '1984'. Da igual que se trate de un acto pacífico, legal y democrático, lo esencial en Vic es que dicho acto sea acorde con el pensamiento imperante. Lo cual, dicho sea de paso, es una buena forma de garantizar que dicho pensamiento siga siendo imperante. "Solo es legal lo que piensa la mayoría, y solo la alcaldesa conoce lo que piensa la mayoría". Si no sale en '1984' en boca de la Policía del Pensamiento, debería.

Todo ello casa a la perfección con el concepto de 'mandato popular', aquel invento que le permitía a uno puede saltarse la ley en nombre de una mayoría, da igual si real o imaginaria. Eso y lo de amordazar a las minorías está inventado desde hace tiempo, pero como la alcaldesa no parece ser muy leída, más que inspirarse en Orwell -que debe de sonarle a atleta inglés de medio fondo, de los años ochenta- lo habrá hecho en Mussolini. Razón de más para nombrar a Vic capital de la republiqueta.

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