'Remake'

West Spielberg Story

Entré en el cine con el miedo en el cuerpo. Y salí exultante. Porque lo que parecía difícil, si no imposible, se había conseguido: este 'West Side Story' de hoy no solo es tan bueno sino que es mucho mejor que el de entonces

Rachel Zegler, Maria de 'West side story'

Rachel Zegler, Maria de 'West side story' / El Periódico

Josep Maria Pou

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Cuidado con el pasado. Al mío suelo acercarme casi siempre de puntillas y temeroso de alguna sorpresa. El pasado personal guarda vestigios que suelen ir de lo más noble a lo más abyecto, ordenados todos ellos en función de su premio, su vergüenza, su aceptación o su rechazo. Abrir cerebro y activar memoria son decisiones arriesgadas. Un luminoso debería advertirlo ante el menor movimiento: "Es peligroso asomarse al interior". No hay mayor decepción que la de volver, ilusionado, al libro o la película que te cambiaron la vida, y comprobar que ya no guardan nada de lo que te marcó en su momento. Es bueno aceptar, en estos casos, que los prismas cambian con el tiempo. Que "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos". Revisar, en cambio, el pasado histórico, el del tiempo que te tocó vivir y del que conservas solo el recuerdo de algunos acontecimientos puntuales (para el resto ya están, si hace falta, las hemerotecas) resulta mucho menos arriesgado; está claro que en el 'totum revolutum' de los sucesos compartidos uno se siente mucho menos expuesto y vulnerable.

Cuando Steven Spielberg anunció su intención de rodar una nueva versión de 'West Side Story' se dispararon todas mis alarmas. El semáforo de los recuerdos se puso en ámbar, atento a variar en rojo o verde según fuera el resultado. No en vano la película de Robert Wise ocupa muchos y abultados volúmenes de mi memoria sentimental. Hubo un tiempo en el que recordaba con certeza las veces que llegué a verla en el cine Aribau de Barcelona, recién inaugurado. Ahora, ya no con tanta fiabilidad pero sí con mucha aproximación, podría decir que fueron de quince a veinte, en otras tantas sesiones matinales a lo largo de 1963. S ia esto le añadimos otro visionado por cada año desde entonces (pases por televisión, videos Beta y VHS, LaserDisc, CD-Rom, BlueRay y otros varios soportes ya obsoletos), la suma da un resultado cercano a los ochenta. Es, no hace falta decirlo, la película que más veces he visto en mi vida. Súmenle a esto algún que otro disfrute con el original teatral y llámenme 'freaky' (estrafalario, raro, peculiar, extraño) si así les apetece. No puedo (ni debo, ni quiero) llevarles la contraria.

Con esta mochila a mis espaldas, ¿qué hacer ante la nueva versión de Spielberg? ¿Resistirme?¿Buscar excusas?¿Demorar el momento del encuentro? ¿O, por el contrario, afrontar el reto y exponerme a la decepción -si la hubiere, era posible- con ánimo dispuesto? Eso es lo que hice. Entré en el cine con el miedo en el cuerpo, lo confieso, y salí exultante. Porque lo que parecía difícil, si no imposible, se había conseguido: este 'West Side Story' de hoy no solo es tan bueno sino que es mejor, mucho mejor que el de entonces. Dicho sin ambages: Spielberg es un genio y su cine es genial. La película es tan bella, emotiva y apasionante como la de Wise, pero mucho más viva, dura, directa, radical y comprometida. Un don del cielo para quienes, como yo, teníamos veinte en los sesenta .

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