De la fiesta a la resaca
Johnson está en la encrucijada,. La sucesión de mentiras sobre fiestas y alcohol, en tiempo de duelo y pandemia, son solo una consecuencia más de las muchas falsedades que impulsaron el Brexit
Rafael Vilasanjuan
Periodista
Rafael Vilasanjuan
El Brexit no está en juego, al menos por ahora, pero Boris Johnson el hombre que ha liderado la salida, lleva días paseando por un alambre muy fino, tan delicado que muy pocos piensan que vaya a aguantar. No es solo cuestión de unas copas en pleno confinamiento y otras durante el duelo por la muerte del marido de la Reina. A estas horas, el 10 de Downing Street, la residencia del primer ministro, está tan alborotada, tan desordenada, como los pelos de su ocupante. Hay ministros muy inquietos y parlamentarios conservadores que denuncian acoso para evitar que entre sus propias filas siga habiendo quienes pidan que Johnson se vaya.
El problema trasciende a la arrogancia del primer ministro, la mancha de aceite extiende la sospecha a quienes se mantienen próximos a su figura desaliñada. Crece el acoso a sus colegas de partido, por ahí puede empezar a trazarse el camino de salida. Mientras sube el apoyo a los laboristas y el independentismo escocés, si un 15% de los parlamentarios conservadores expresan por carta su desconfianza, no harán falta elecciones, el líder de la mayoría puede forzar un relevo. En nuestra cultura política sorprendería, pero de momento una decena de sus colegas ya han pedido públicamente que se vaya, uno incluso pasando a los bancos laboristas. Hacen falta 54. Si no es así, Johnson no saldrá de inmediato, aunque dejará al partido lastrado, sucumbiendo a la presión.
Johnson está en la encrucijada, los conservadores también. La sucesión de mentiras sobre fiestas y alcohol, en tiempo de duelo y pandemia, son solo una consecuencia más de las muchas falsedades que impulsaron el voto del Brexit. El partido conservador, una institución en Gran Bretaña, sucumbió al populismo nacionalista, el resultado del referéndum les hizo creerse invencibles, y la figura más histriónica de todos ellos, Johnson, tomó el poder con la euforia de una victoria deportiva inapelable. Desde entonces la fiesta no ha parado, pero ahora con la resaca se empieza a intuir el ocaso.
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