Declaraciones en la Audiencia Nacional

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La credibilidad de Villarejo

Han quedado preguntas sin resolver incluso tras la sentencia de los atentados del 17-A. Pero eso no significa considerar pruebas las palabras del excomisario

Villarejo: el CNI no pretendía un atentado, pero se le "fue de las manos"

Villarejo: el CNI no pretendía un atentado, pero se le "fue de las manos"

Fiel a la habitual estrategia de la confusión en la que basa su defensa, en los múltiples frentes que tiene abiertos con la justicia, el excomisario José Manuel Villarejo aprovechó su comparecencia ante la Audiencia Nacional que le juzga por tres de sus contratos para espiar a rivales y la competencia de sus clientes para responsabilizar de los atentados de Barcelona y Cambrils de agosto de 2017 al exdirector del CNI Félix Sanz Roldán, la persona a la que Villarejo señala por sus problemas con la justicia. «A pesar de estar jubilado yo he seguido trabajando con el CNI hasta el día que me detuvieron. Estuve grabando con ellos para intentar arreglar el entuerto del atentado del imán de Ripoll que al final fue un error de Sanz Roldán por calcular mal las cosas para darle un pequeño susto a Catalunya», afirmó Villarejo, huelga decir que sin aportar prueba alguna. Al cabo de 24 horas, Villarejo ha añadido aún más confusión difuminando su acusación añadiendo alusiones al 11-M, Venezuela y el 23-F.

Las palabras del excomisario han generado un enorme revuelo. El ‘president’ de la Generalitat, Pere Aragonès, y la presidenta del Parlament, Laura Borràs, han encargado a sus respectivos servicios jurídicos si cabe actuar legalmente tras la declaración de Villarejo. ERC y Junts pidieron de nuevo una comisión de investigación sobre los atentados. En redes sociales y otras esferas, el independentismo tomaba las palabras de Villarejo como la prueba de que las teorías conspirativas sobre los atentados del 17-A son ciertas.  

Conviene recordar algunos hechos. Abdelbaki Es Satty, el imán de Ripoll instigador de la célula yihadista, tuvo contactos con el CNI el año 2014, cuando cumplía condena en Castellón. Tras salir de la cárcel, no fue repatriado, sino que se instaló en Ripoll, donde difundió su discurso de odio y reclutó a los jóvenes que a la postre se convirtieron en los terroristas del 17-A. La sentencia del juicio de los atentados no menciona en ningún momento al CNI ni alude a las posibles vinculaciones de los servicios secretos españoles con el imán de Ripoll, a pesar de que durante el proceso algunas acusaciones intentaron hacerlo. No se respondieron, por tanto, algunas preguntas que no solo se planteaban desde la esfera independentista, sino por parte de familiares de víctimas, sobre cuál era la relación de Es Satty con los servicios de espionaje y antiterroristas españoles. Que en la investigación de los atentados abundaran los recelos y la descoordinación entre las fuerzas policiales no ayuda a generar confianza en la investigación. El clima político en la Catalunya del ‘procés’ hizo (hace aún hoy) el resto para abonar la desconfianza de una parte importante de la ciudadanía catalana. 

Villarejo no responde a estas preguntas. Sus palabras solo cabe entenderlas en su estrategia de defensa y en su enfrentamiento con Sanz Roldán y, como en otros casos en los que está implicado, su credibilidad debe sustentarse con pruebas para ser tomadas en consideración. Ahora bien, ante un personaje de las características de Villarejo no cabe la ambigüedad ni el oportunismo. Sus palabras deberían valer lo mismo (mucho o nada) independientemente de si apoyan o debilitan una determinada posición política. Lo que no es de recibo es romperse las vestiduras con según qué acusaciones de Villarejo y mirar hacia otro lado o directamente descartar como mentiras de las cloacas del Estado según qué otras. La credibilidad del excomisario no puede depender de según qué sentido sopla el viento político. 

Eso sería darle un poder que no merece en una sociedad democrática al que, al parecer, fue durante años el gran fontanero de las cloacas del Estado.