Magno aniversario

El cumpleaños de la Constitución

Todos los que están tratando de acabar con el “régimen del 78” deberían pensar que lo mejor para todos los españoles, sean de la ideología que sean, es continuar con esta Constitución

Constitución        David Castro

Constitución David Castro / David Castro

Jorge de Esteban

Jorge de Esteban

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Este lunes, 6 de diciembre de 2021, la Constitución cumple 43 años. Conmemoramos así su aprobación por referéndum de los ciudadanos españoles, después de haber padecido una dictadura de cerca de 40 años. La primera vez que se conmemoró este evento democrático no era todavía una norma vigente, pero ya se había acabado y estaba lista para regir la política española, lo que sucedió el día 29 de diciembre de ese año, tras su publicación en el BOE.

Me van a perdonar, pero para mí la fecha señalada tiene un recuerdo emocionante porque yo me encontraba entonces en los Estados Unidos como ‘visiting scholar’ en la Universidad de Harvard. Allí había conocido meses antes a Juan Marichal y a su mujer Solita Salinas, hija de Pedro Salinas, con los que me reunía frecuentemente. Y fueron ellos los que tuvieron la iniciativa de que diese una conferencia sobre la Constitución nueva, en cuya redacción yo había intervenido en cierto modo, colaborando con ideas y críticas, durante gran parte del proceso constituyente. Como era lógico acepté su sugerencia y preparé con detenimiento las palabras que iba a pronunciar. También contribuyó con su ayuda para organizar el acto el cónsul de España en Boston, Fernando Perpiñá-Robert.

Eran las cinco de la tarde cuando acudí, con los Marichal, a la sala de la universidad en donde se iba a celebrar el acto. Por supuesto, se había anunciado a muchos estudiantes y profesores españoles residentes en el ámbito regional en que vivíamos lo que estábamos preparando para el día 6, pero esperábamos que viniesen sobre todo los que residían en el estado de Massachusetts. Nos quedamos cortos en nuestra proyección, pues acudieron cerca de 400 personas procedentes no solo del Estado en que estábamos, sino igualmente de otros Estados más o menos lejanos. Debo decir que mi primera conferencia sobre la Constitución, a la que seguirían en España otras muchas, fue la que más me emocionó, a mí y a los oyentes. Estábamos acostumbrados los españoles, cuando salíamos al extranjero, que muchas veces nos trataran como miembros de un país que había soportado casi cuatro décadas una dictadura ramplona y antidemocrática y ahora ya seríamos un régimen democrático.

Ciertamente, lo importante no era solo que la política española se enmarcase en los límites que encuadraba el marco constitucional, sino que lo decisivo era que los españoles que residían, por ejemplo, en los Estados Unidos, de forma coyuntural o definitiva, eran conscientes de que habíamos entrado, después de una asombrosa Transición, en el club de las democracias estables en el mundo, es decir, ya éramos como la mayoría de los países, en esos momentos, de la Europa occidental y de los Estados Unidos y Canadá. Por supuesto, ya hemos logrado superar el perverso récord de nuestra historia del constitucionalismo, en el que la Constitución de 1876, también llamada canovista, puesto que fue Cánovas del Castillo quien la patrocinó, estuvo ortopédicamente vigente 47 años, lo que la convierte en la Constitución de mayor duración. Ahora bien, esa duración, que acabó con el golpe de Estado del general Primo de Rivera, fomentado por el rey Alfonso XIII, es una evaluación ficticia, porque no era una norma democrática, ya que la soberanía la compartían el Rey con las Cortes y no estaban asegurados los derechos fundamentales.

En cuanto a la Constitución actual, como he dicho, en el día de hoy cumple 43 años, con los defectos que se le quiera atribuir, pero es una norma que está cumpliendo algo que, desde el punto de vista constitucional, podríamos denominar surrealista. En primer lugar, porque el Gobierno de coalición que se vio obligado a formar Pedro Sánchez lo realizó con Podemos, un partido en el que abundan comunistas, lo cual es sorprendente en el ámbito europeo, pues algunos están en el Gobierno. Y, por otro lado, la mayoría que le apoya en el Congreso de los Diputados es una mezcla de partidos nacionalistas y separatistas que es lo mismo que tener un equipo de fútbol formado por ciclistas, baloncestistas y los restantes de cualquier otro deporte, preparados para jugar la copa de Europa. La cuestión que se plantea es la siguiente: o acaban haciendo el ridículo y se van yendo como el distinguido Pablo Iglesias o se produce un milagro y ganan la Copa de Europa.

Quien podría responder a esta interrogación sería sin duda Pedro Sánchez, el cual se encuentra haciendo equilibrios en la cuerda floja. Por lo pronto, esta combinación de separatistas, nacionalistas y los que sean, deben saber dos cosas. La primera que, como he dicho, los españoles no quieren volver a soportar otra dictadura, aunque sea populista o de izquierdas. Y la segunda, que hoy España forma parte de la Europa prefederal, por lo que dejar esta formación de países que disfrutan el máximo nivel de vida sería un suicidio que ningún ciudadano español estaría dispuesto a soportar. Dicho de otra manera, por poner un ejemplo significativo: Catalunya no va a ser independiente, entre otras razones, porque España ya no es independiente, sino que forma parte de una confederación europea, un tanto peculiar. Pero si quieren saber más de las consecuencias de intentar marcharse del arsenal europeo, no tienen más que ir a Gran Bretaña y darse una vuelta por allí, para ver la cara de felicidad que tienen la mayoría de súbditos de Isabel II.

En definitiva, todos los que están tratando de acabar con el “régimen del 78” deberían pensar que lo mejor para todos los españoles, sean de la ideología que sean, es continuar con esta Constitución, que sin duda debería reformarse en un cierto número de artículos. Indudablemente, existe un número determinado de preceptos que no se cumplen o que están desfasados y habría que cambiarlos. Pero eso se tendrá que hacer entre todos, aunque el consenso no sea general. La Constitución de Estados Unidos es la primera escrita que se aprobó en el mundo y, sin embargo, sigue vigente porque la han ido adaptando a través de las enmiendas que se han añadido al texto original.

Eso es lo que no ha ocurrido en España, porque salvo dos reformas exigidas por nuestra pertenencia a la comunidad europea, no se ha tocado para nada a pesar de que habría que ponerla al día. Como es sabido, de los procedimientos de reforma que adoptaron los constituyentes, uno, regulado en el artículo 167, es utilizable para cambiar una parte de la Constitución, mientras que el que contempla el artículo 168 es casi imposible de aplicar cuando la reforma se refiera al Título Preliminar, al capítulo, sección primera del Título I o al Título II. Concretamente se adoptó este procedimiento tan duro para defender la monarquía de sus críticos, pero si cae la monarquía en España no será a través de la reforma de la Constitución, sino tras un periodo revolucionario que no sabemos a dónde nos conduciría y si se podría celebrar.

Por lo demás, debo confesar mi satisfacción, cuando hace tres años se celebraba el 40º aniversario de nuestra Constitución, al recibir la invitación que me hicieron los españoles residentes en el estado de Massachusets para que volviese a dar otra conferencia semejante a la que organizamos en 1978. La necesidad de entender a los demás es lo que nos hace más humanos. Aunque no sé si todavía quedan españoles allí después de cuatro décadas, pero aunque fuese únicamente uno, el recuerdo de mi conferencia, que está todavía vivo, me llena de orgullo.

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