Polémica lingüística

Una inmersión caduca

Una cosa es cierta: el catalán siempre está y estará en desventaja. La fuerza del castellano es arrolladora

Alumnos de sexto de primaria del Institut Escola Antaviana en el barri de Roquetes , en junio del 2020.

Alumnos de sexto de primaria del Institut Escola Antaviana en el barri de Roquetes , en junio del 2020. / FERRAN NADEU

Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

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El modelo de inmersión lingüística está fracasado. La causa no son unas horas más en castellano. El tema es que aquello creado en el año 92, tras el famoso decreto de inmersión (75/1992), dejó de ser útil. Los legisladores de la época no pensaron en los cambios de la sociedad.

Una cosa es cierta: el catalán siempre está y estará en desventaja. La fuerza del castellano es arrolladora. Pero dificultando la utilización académica del español se consigue poco. Las evidencias son claras. El catalán dejó de ser una lengua transgresora, ágil y cambiante, a pesar de su belleza y riqueza. Ahora, sin embargo, aparecen algunas experiencias de las que se hablará o cantará, con base de rap.

En realidad, nadie ha ido a favor de las dos lenguas. Ni los abusones, dispuestos a aceptar tres horas en inglés y dos en castellano, ni los ofuscados que pretendieron trasladar la enseñanza en castellano a las escuelas privadas con subvención, época Wert. Y eso en una autonomía donde, como mucho, existen solo 34 colegios privados y la mayoría son internacionales.

En los años 80, el nacionalismo entendió que, haciendo una inmersión en primaria (EGB) de catalán, sumergiendo todas las asignaturas en una lógica de idioma único, lograría alejar a las nuevas generaciones de sus lenguas maternas. Pero no fue así.

La decisión acertada en aquellos años, impulsada sobre todo por la izquierda catalana (PSC-PSUC), por la necesidad de una única red de escuelas, a diferencia del País Vasco, facilitó una cohesión social. Eran los tiempos de la normalización y adquisición de conocimientos progresivos de la lengua.

Pero el pujolismo fue transformando los conceptos y los socialistas catalanes no supieron cómo explicarse. La mayoría absoluta de 1984 los noqueó y siguieron así mucho, mucho tiempo.

Ahora Salvador Illa, aunque criticado por los devotos de la inmersión, respondió con inteligencia a la pregunta de Josep Cuní. “No me parece mal que se imparta una materia en castellano, aparte del castellano”. Que es el 25%. Y es que mezclar lenguas y política es malo.

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