Ágora

El día de la infancia

El informe anual de Unicef señala que la pandemia ha afectado a los niños y adolescentes en aspectos preocupantes como la salud mental y el uso de las tecnologías

Niños en una escuela infantil.

Niños en una escuela infantil. / Shutterstock

Jaume Lanaspa

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Cuando le preguntas a los niños cuál es su día predilecto, aquel que esperan con ilusión durante todo un año, su respuesta es –con permiso del día de Reyes– siempre la misma: el día de su cumpleaños. Podéis hacer la prueba con los de casa y veréis.

Lo que la mayoría de niños y niñas no saben es que aparte de su cumpleaños ya tienen un día –el mismo para todos en todo el mundo– en común. Cada 20 de noviembre es el día de la infancia, y aunque puede parecer un sábado cualquiera el de este 2021, sin guirnaldas ni velas para soplar, es el día que se recuerda y se celebra el reconocimiento de los derechos de los niños: inalienables y –en teoría– invulnerables.

En UNICEF trabajamos, todos los días del año, para que a cada 20 de noviembre que llegue la fiesta sea más sonada. Que se apunten más amigos y conocidos, y que nunca fallen. Que se celebre siempre. El año pasado lo hicimos, en la distancia y detrás de las mascarillas, y este año podemos hacerlo un poco más cerca gracias a las vacunas. Estas pequeñas soluciones –porque caben en la palma de la mano–, pero poderosas –porque salvan vidas–.

La distribución equitativa de vacunas contra el covid-19 ha sido una de nuestras prioridades en estos últimos 365 días. Lo hemos hecho a través del mecanismo COVAX, una operación logística y sanitaria sin precedentes liderada por Gavi y la OMS, que trabaja para que la vacunación no sea un privilegio de los países ricos. Un difícil engranaje y no exento de dificultades que va alcanzando poco a poco sus objetivos: de momento ya se han distribuido más de 500 millones de dosis de vacunas en los países con rentas medias o bajas.

En el último año se ha hablado –y mucho– de la salud mental de los niños y adolescentes, también castigada por la pandemia. De hecho, el Estado Mundial de la Infancia –nuestro informe anual insignia– ha puesto el foco y presenta conclusiones tan preocupantes como que más del 13% de adolescentes del mundo de entre 10 y 19 años tienen un problema de salud mental. Que los niños y adolescentes disfruten de una buena salud mental es un derecho, que recoge la Convención sobre los Derechos del Niño, y como tal es necesario realizar un abordaje holístico –no solo médico– y se necesitan más políticas públicas para conseguir su cumplimiento.

También ha sido el año del auge de las pantallas, de las reuniones ‘online’ y el teletrabajo. La digitalización ya se había hecho un sitio en nuestra casa y en nuestras vidas y ahora, con el agravante de la pandemia, toca hacer balance para saber si lo que más pesan son las oportunidades o los desafíos. Por este motivo, UNICEF España acaba de publicar un informe pionero en nuestro país y Europa que hace referencia a ello y las conclusiones, después de haber encuestado a 50.000 jóvenes, hacen reflexionar. Uno de cada tres adolescentes hace un uso problemático de internet y las redes sociales. También preocupa el contenido erótico o sexual que aseguran haber recibido a través de las redes, chats o videojuegos, casi la mitad de los jóvenes con las que hemos hablado. Asimismo inquietan las apuestas ‘online’ y las discusiones que el uso de la tecnología provoca en los hogares.

Está claro que la llegada del covid-19 ha marcado un punto de inflexión histórico para todo y para todos, también para los derechos de los niños y niñas. Nos encontramos inmersos en una crisis que nos plantea numerosos y serios retos que impactan sobre todo –como es, desgraciadamente, habitual– en los más vulnerables. De hecho, se han hecho mayores las desigualdades y más evidentes en los entornos de pobreza, exclusión y fractura social.

Así pues, es hora de actuar de forma global pero también local. Reimaginar el presente y el futuro de la infancia es urgente e insoslayable.