Hechos tangibles

Asegura la Forcadell que tiene ideas

Si los Junqueras, Romeva y compañía se hubieran limitado pensar en la independencia, no habrían pisado la cárcel

Carme Forcadell, a su salida de la cárcel de Wad-Ras

Carme Forcadell, a su salida de la cárcel de Wad-Ras / LAURA GUERRERO

Albert Soler

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Carme Forcadell, erre que erre, le asegura a Pilar Urbano que fue condenada por sus ideas, como si sus ideas importaran, no ya a la justicia, sino a alguien en particular. Esa buena mujer, abuelita ya, debería saber que sus ideas -caso de tener alguna, cosa que va pareciendo más improbable a medida que abre la boca- no son ni las de Einstein ni las de Newton ni, me temo, siquiera las de mi gato. Sus ideas son morralla, señora, déjenos en paz, que a nadie interesan.

En el bar Cuéllar, hablo a veces con uno que estuvo en la cárcel a la vez que los líderes lacistas. Al hombre lo pillaron conduciendo sin carnet no una ni dos veces, sino 21, si algo no se le puede negar es perseverancia. Acabó en el talego, claro. Aparte de lamentar que se tiró él más meses de cárcel que nuestros políticos, y que las condiciones de estos nada tenían que ver con las de los demás presos, me contó que en prisión le daba clases una de las condenadas del 'procés'. Y como la Forcadell, venga repetir que estaba allí por sus ideas. Hasta que, supongo que harto de la tabarra, nuestro intrépido conductor le explicó:

-No señora, usted no está aquí por sus ideas. Si yo solamente hubiera pensado en conducir sin carnet, no estaría ahora en la cárcel, pero es que, además de pensarlo, lo hice. Usted no estaría aquí si se hubiera limitado a pensar en la independencia.

Podría parecer sorprendente que un chaval sin estudios les mostrara así de fácil la cruda realidad a políticos curtidos. No en Catalunya, donde a la incapacidad de nuestros gobernantes, todos ellos analfabetos funcionales, se añade el victimismo inveterado. Tan fuera de la realidad viven, que no son pocos los que de verdad se han terminado creyendo que sus ideas los llevaron a la cárcel. Es lo que tiene habitar en un mundo onírico: confunden lo que imaginan con la realidad -léase republiqueta-, y a veces también toman por simples ideas lo que son hechos tangibles, léase delitos. Todo al revés.

Yo mismo, sin ir más lejos, pienso cada día en pegar una paliza a más de uno y en tocar el culo a más de una, actos más que justificados en uno y otro caso, por lo menos según mi criterio. Y la justicia no ha iniciado procedimiento alguno en contra mía. Si los Forcadell, Junqueras, Romeva y compañía se hubieran limitado a mirar a una urna con deseo procaz, no habrían pisado la cárcel. Tomen ejemplo de mí, que no meto mano ni para pegar ni para palpar, y de esta forma tan sencilla he vivido feliz y en libertad mientras ellos purgaban sus penas a la sombra. La imaginación es libre, por lo menos hasta que eche a andar la ley que va a prohibirnos las miradas impúdicas, es decir, que va a castigar los pensamientos. Entonces sí que va n a poblarse las cárceles de presos por sus ideas, me temo que yo el primero.

En la película ‘El declive del imperio americano’, un maduro homosexual confiesa a sus amigos -mientras preparan la comida- que lo que de verdad le gusta son los niños de 8 años, «que es cuando tienen un culito más apetitoso». Acto seguido, añade que no está loco, sabe que eso está mal y jamás va a llevarlo a cabo. Aplíquese el cuento la Forcadell, que no tiene todavía edad de confundir pensamientos y hechos consumados, y comente -mientras prepara la cena- cuánto le gustaría la republiqueta. Verá cómo la policía no derriba la puerta de su casa para entrar a detenerla.

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