¿Usted se imagina...?

Al periodista Xavier Rius lo han vetado en la Generalitat, y eso que sale ganando, ya tiene excusa para no ir a soportar sandeces y discursos vacuos, que es todo lo que hay ahí. Yo soy capaz de escribir lo que va a decir la portavoz del governet dos horas antes de que comparezca, sin temor a equivocarme. Rius se pasó de listo, o sea, creyó que en el governet son listos y entenderían que su pregunta era una forma de poner ante el espejo sus propias contradicciones. Si de algo no andan sobrados en el governet es de gente lista, preparada e inteligente, por tanto a las ruedas de prensa se va sin metáforas, alegorías ni circunloquios, que no están esos cerebros para tanto esfuerzo. Rius, en fin, le soltó a la portavoz: “¿Se imagina que yo le dijera que me la chupara, como hicieron los de ‘Bricohéroes’ con la reina y la infanta?”. Cualquiera ve ahí una crítica a expresiones así, excepto nuestro governet. Porque imaginan demasiado.

De otras cosas andan escasos, pero nadie gana en imaginación a los lacistas. Puesto que no distinguen lo real de lo imaginario, hay que andar con tiento. Igual que se tragaron –con perdón, señora portavoz– lo de la republiqueta imaginaria y creyeron que era real. Igual que han creado un parlamento imaginario llamado Consell de la República, que parece la parada de los frikis y piensan que es real. Igual que imaginaron 3.000 –o 30.000, no va a venir de un cero– represaliados y los tomaron por reales. Igual que todo eso, imaginan también a Rius con la bragueta bajada ante la portavoz. Vaya usted a explicarles la diferencia entre imaginación y realidad, a gente que imagina que el Vivales es un estadista.

Encima, sucede que Rius es peligroso porque en cada rueda de prensa desnuda –con perdón, de nuevo– a todos los miembros –más perdón– del governet. A gente con tanta imaginación no se les puede dejar con las vergüenzas al aire, porque aunque sea metafóricamente, se ven en pelotas literales, y es natural que no les guste.

Vale la pena imaginar a este governet de mentira gobernando un Estado de verdad, como el que tenían en mente. Imaginar lo que con más poder serían capaces de hacer con los periodistas –o políticos, o funcionarios o ciudadanos– incómodos, sí que es para echarse a temblar.

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