Paralelismos

Miqui Otero

Escritor

Miqui Otero

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Los locos (felices) años 20

La década, vista ahora, y conocido su desenlace, me recuerda un poco a esos grandes almacenes en los que ponen música alegre a demasiado volumen para que consumas mucho y rápido

Baile al aire libre en la Torrassa de Montjuïc en los años 20.

Baile al aire libre en la Torrassa de Montjuïc en los años 20.

Que serán locos lo tenemos todos tajantemente claro. Lo que aún no sabemos es si serán felices. 

A pesar de que ya nos acercamos a 2022, y de momento lo más alocado ha sido un concierto sentados en sillas y lo más temerario, entrar a orinar en un bar olvidando la mascarilla en la mesa de la terraza, los expertos siguen vaticinando que acabamos de arrancar una década que será muy similar al desenfreno de 'los locos años 20' (o 'los felices años 20') del siglo pasado. 

De momento, yo solo deseo que no sean tan locos como para volver a vivir sin penicilina, inventada hacia el final de esa década, y busco a mi alrededor lujosos muebles de Art Déco, aunque por el momento solo los veo de Ikea. 

Es cierto, claro, que los paralelismos quedan coquetos: entonces también se salía de una pandemia global (la gripe española) y la gente se animó a estrenar coches y a pagar a plazos sus electrodomésticos. Y que, después de tanta vida mate, se anhela el brillo de una década asociada al jazz, al charlestón, al estrépito de trompetas y tambores, a los flequillos monos y a los novelistas con mucha clase. 

No puedo evitar pensar, sin embargo, que entonces esa pandemia se había cobrado casi 50 millones de vida, a los que habría que sumar los más de 20 de la Primera Guerra Mundial. Del trote del fascismo en Europa mejor no hablamos, porque la verdad es que los vestidos de Coco Chanel eran muy bonitos, las ocurrencias de Breton muy osadas y los cuadros de Klee, preciosos.

La década, vista ahora, y conocido su desenlace, me recuerda un poco a esos grandes almacenes en los que ponen música alegre a demasiado volumen para que consumas mucho y rápido.

"¡La vida cantaba a la vuelta de la esquina esperando la hora de cenar! ¡La vida repartía cócteles en la calle! ¡Había ancianas entre aquella multitud, convencidas de que podrían participar en una carrera de cien yardas, ganándola!”, escribió, no sin retranca, Fitzgerald, el gran novelista de la famosa década, en 'Hermosos y Malditos'. En otra, 'Suave es la noche', presenta a un personaje que se lía a consumir de forma obsesiva: “Todo el sistema, a medida que avanzaba con su peso avasallador, atronador, daba un brillo febril a algunos de los actos más característicos de Nicole, como comprar en grandes cantidades, del mismo modo que se reflejaban las llamas en el rostro de un bombero que permanece en su puesto ante un fuego que empieza a propagarse”.

Durante meses, con la hostelería cerrada o restringida, muchos se han sentido 'El Gran Gatsby', por citar una novela más del mismo escritor, organizando francachelas en sus casas. Y quizás los botellones sean nuestro equivalente de los antros clandestinos durante la Ley Seca. Y las compras por internet puedan ser aún más veloces. Gánsteres siempre ha habido y siempre han llevado traje, aunque a menudo además tienen puestos directivos en las eléctricas. 

Del mismo modo que nos podíamos sacar la mascarilla para consumir, en un futuro sin ella podremos consumir aún más. Y si el covid viajó más rápido que algunas pandemias pasadas gracias a la globalización, nosotros viajaremos más para reponernos de la tristeza. 

Pero, si uno se fija, todas las grandes novelas sobre aquella época son exquisitas, sí, pero con una elegancia desesperada y triste. Todas ellas retratan la euforia para subrayar la resaca. Todas hablan de una fiesta, de una década, que acabó, allá por 1929, con un 'crack' bursátil, con una lámpara de araña de cristal cayendo con todo el peso del lujo en el centro de la pista. Por lo que sea que venga, voy a abrir una botella.

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