El otoño 'horribilis' de Colau
La alcaldesa no está derrotada, incluso podría ganar las elecciones beneficiándose del efecto bumerán provocado por la obcecación existente contra ella
Jordi Mercader
Periodista.
Jordi Mercader
El mandato de Ada Colau no será el más brillante de los recordados pero tampoco el peor de los sufridos por la Barcelona contemporánea. Sin embargo, parecería estar ya irremediablemente al borde de la tumba política de no ser porque los que tienen las encuestas buenas susurran que las perspectivas electorales bailan sOlo por unas décimas entre ERC, Comuns y PSC. Colau se enfrenta a su otoño 'horribilis' porque los altercados durante las fiestas de la Mercè y el reconocimiento del equipo de gobierno de la urgencia de cuidar mejor Barcelona han fortalecido la imagen de falta de autoridad y desinterés por la ciudad que se le viene atribuyendo por la oposición política y social desde su elección como alcaldesa.
La alcaldesa no está derrotada, incluso podría ganar las elecciones beneficiándose del efecto bumerán provocado por la obcecación existente contra ella. Hay tantos altavoces y aspirantes a lobistas doctorados por Netflix llamando a la cruzada anti-Colau que acabarán por convertirla en víctima de una persecución personal y política descarnada e inadmisible. Colau ha sido considerada desde siempre como una intrusa en el círculo tradicional del poder por quienes forman parte del mismo y por razones más propias de la psicología social que no de su fuerza electoral; ella no ha hecho nada para remediarlo, más bien al contrario. Nunca ha ocultado su alejamiento de la clase dirigente, en el fondo y en las formas, ni su tendencia a la gesticulación populista ni tampoco ha disimulado su desapego de las elementales cortesías institucionales.
La paradoja de esta crisis reside en que llega cuando la alcaldesa parece haber hilvanado finalmente un discurso de ciudad. Colau ha conseguido asociar su ámbito de confort ideológico (la preocupación por los amenazas que sufre la humanidad, en especial la emergencia climática) con sus competencias municipales a través de la gestión de la movilidad. El problema radica en que los resultados de su política pueden llegar tarde para ella.
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