Pros y contras

L'Alguer y el volcán

Solo sabemos que habrá conflicto mientras no se resuelva el tema de los exiliados y que la latencia será como la del volcán, que llega un momento en que escupe lava

Carles Puigdemont  en el Encuentro Internacional de Adifolk,

Carles Puigdemont en el Encuentro Internacional de Adifolk, / YARA NARDI

Josep Maria Fonalleras

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Ir a L’Alguer era complicado, pero Ryanair contribuyó sin querer a reforzar la idea de los Países Catalanes. La comunicación fluyó con mucho más dinamismo, y muchos pudieron descubrir que viajar a esa ciudad del noroeste de Cerdeña era casi como no moverse de casa. Eso sí, con unos espaguetis espectaculares, a la bottarga, esos huevos anaranjados de mújol, o de atún, secos y en conserva, rayados sobre la pasta.

Ahora, hemos vuelto a L’Alguer como si fuéramos Fabrizio del Dongo en 'La Cartuja de Parma'. Vivió la batalla de Waterloo (¡sí, la de Waterloo!) sin darse cuenta de que estaba ahí. En medio del ruido y la sangre, «le quedó el interrogante de si había sido una verdadera batalla». ¿Qué ha pasado en L’Alguer? ¿Una escaramuza? ¿Una obsesión enfermiza de Llarena? ¿Una operación oscura de Estado? ¿Con qué intención? ¿El fracaso anunciado de un desesperado intento, un exceso de confianza en las propias fuerzas? ¿Una burda mentira a la española? Estábamos en L’Alguer, como quien dice, pero no sabemos aún si ha sido una verdadera batalla. Solo sabemos que habrá conflicto mientras no se resuelva el tema de los exiliados y que la latencia será como la del volcán, que llega un momento en que escupe lava. 

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