Volcán de La Palma

Jordi Serrallonga

Arqueólogo, naturalista y explorador. Colaborador del Museu de Ciències Naturals de Barcelona.

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Caprichos de Vulcano

Los fenómenos naturales solo son catástrofes bajo la perspectiva humana. Desde la escala geológica o cosmológica son procesos necesarios e inevitables

Erupción del volcán de La Palma

Erupción del volcán de La Palma / REUTERS / BORJA SUÁREZ

Créanme, tengo apego a la vida; tanto que todavía busco un buen pacto con el diablo. Aunque me olvido cuando de maravillas naturales se trata. Todavía recuerdo un 'Viaje al Centro de la Tierra' en pos de neandertales; sin pensarlo, penetré en aquella angosta cueva de la que casi no salgo. Otras veces, seducido por un paraje virgen, he profanado el territorio de leones y búfalos; los imaginas allí, ofendidos por la intrusión, echando a suertes quién será el primero en merendarte o arrollarte. Y en la lista de imprudencias, con excusa científica, incluyo a los volcanes.

Entiendo que Plinio el Viejo, al contemplar desde Miseno la espectacular erupción del Vesubio –año 79–, no dudase en salir a todo remo con sus galeras de guerra hacia la costa opuesta. Herculano y Pompeya eran sepultadas bajo el material piroclástico y la población huía del volcán, por lo que el escritor y militar desembarcó en misión de rescate. Pero también le movía la curiosidad: estudiar, de cerca, aquel fenómeno que, en honor a él, hemos bautizado como erupción pliniana. Nadie sabía qué era un volcán, hasta que de la esbelta montaña brotaron ríos de lava, bombas, lapilli y una elevada columna de cenizas y gases asfixiantes. Seguramente no fueron estas emanaciones gaseosas las que provocaron la muerte de Plinio –se especula con un infarto– pero casi acaban con otro naturalista: Johann Wolfgang von Goethe. El frío alemán que, como un servidor, se enamoró de Nápoles durante su Grand Tour.

Los dos vimos frustradas nuestras primeras ascensiones al Vesubio, hasta que por fin lo conseguimos. La diferencia es que él viajó a finales del siglo XVIII, cuando el volcán estaba a punto de hacer erupción de nuevo. Fascinado por los parajes del dios Vulcano, en su papel de romántico, hizo caso omiso a los gases tóxicos que le rodeaban. En definitiva, de no ser por un resolutivo campesino y porteador –lo arrastró, sin miramientos, montaña abajo– hoy no contaríamos con la tragedia de 'Fausto', y Goethe sería un desconocido mártir 'vulcanizado'.

Lo ocurrido en El Hierro, en 2011, y hoy en La Palma nos habla de ínsulas muy jóvenes, que están en pleno proceso de formación geológica

Los volcanes, como los de la Gran Falla del Rift, son en parte responsables de la génesis africana de la humanidad, del planeta y, por ende, de nuestro cosmos. Es imposible disimular mis inclinaciones vulcanológicas; alimentadas, aún más, con las recientes noticias sobre el volcán de Cumbre Vieja. La actividad volcánica en La Palma forma parte de una indiscutible realidad: la Tierra no es un planeta acabado y estucado –según designios divinos, como predican los creacionistas–, sino que sigue evolucionando: es un cuerpo dinámico. Algo que ya intuyeron personajes como el conde de Buffon, Humboldt –fascinado por el Teide–, Lyell o Darwin; el que, mucho antes de desarrollar su teoría sobre la selección natural, quedó cautivado por el origen volcánico de las Galápagos. De hecho, Fernandina e Isabela –en el archipiélago ecuatoriano– siguen creciendo gracias a sucesivas erupciones, y en las Islas Canarias observamos algo muy parecido. Lo ocurrido en El Hierro, en 2011, y hoy en La Palma nos habla de ínsulas muy jóvenes, que están en pleno proceso de formación geológica.

Lo sé. Este entusiasmo por los volcanes y la geología puede parecer una frivolidad, mientras existan pérdidas económicas e importantes riesgos para la población; miles de personas están siendo evacuadas, otras han perdido sus propiedades y la inhalación de cenizas puede comportar graves problemas respiratorios. Empatizo con mis amigos y amigas canarios. También es cierto que los fenómenos naturales solo son catástrofes bajo la perspectiva humana. Desde la escala geológica o cosmológica son procesos necesarios e inevitables. Intenten imaginar un cráter que arroja lava y ahora piensen en el vapor de agua que se escapa por la válvula de su olla a presión: ¿qué pasaría si el magma acumulado bajo tierra no encontrase salida al exterior?

Como especie biológica nos hemos extendido por el territorio. Invadimos lechos fluviales de inundación, costas batidas por el mar o faldas de volcanes. Es un riesgo con el que conviven los locales que me muestran la belleza del Vesubio o el Tungurahua; hoy escuchamos a los de La Palma. Sabíamos que volvería a ocurrir. El planeta no nos castiga, simplemente evoluciona.

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