Diferencias

Madrid, Madrid, me desesperas

Pobres madrileños, que no tienen la suerte de los catalanes, que estamos siempre pensando en algún nuevo agravio, real o inventado

Cibeles

Cibeles / ARCHIVO

Albert Soler

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Pasar un fin de semana en Madrid sirve para compadecer a los pobres madrileños, que ni están oprimidos ni nada. Uno sale de Catalunya, llega en tres horas a Madrid, y en cuanto se apea del tren en Atocha, se da cuenta de la desgracia que tienen en Madrid, con la gente riendo, saliendo a pasear, tomándose cañas, disfrutando de su ciudad, en fin, que no tienen la suerte de los catalanes, que estamos siempre pensando en algún nuevo agravio, real o inventado, qué más da, al que nos somete el Estado. Los catalanes suelen recogerse temprano en casa para que TV-3 les informe de cuán oprimidos viven, vale la pena gastarse millones en una televisión autonómica solo para que recuerde a los ciudadanos lo miserables que son, que, si no, capaz sería alguno de ser feliz, ni que fuera un rato. Me refiero a los catalanes auténticos, por supuesto, que es sabido que no faltan en esta tierra 'botiflers' y renegados que prefieren salir a tomar unas cañas que quedarse en casa fustigándose por la suerte de sus líderes, de su región o de algún huido de la justicia, como está mandado.

Qué vida más perra la de los madrileños, que sin políticos encarcelados por los que llorar y sin colonos a quienes insultar deben de ocupar sus horas en disfrutar de la familia, de los amigos, de los amantes o simplemente de la vida. Los vi, los vi hacerlo, y a punto estuve de preguntarles si no se sienten envidia de los oprimidos catalanes, y no porque estos suelan poseer segunda residencia y ningún problema económico -eso son temas materiales que no importan- sino por el placer cuasi místico de regodearse en la propia desgracia, aunque sea imaginaria. Estoy seguro de que la mayoría de madrileños cambiarían sin dudar la vida que llevan por salir una vez al año a berrear lo que les dicen que deben berrear y vestir la camiseta que les mandan vestir. Los catalanes oprimidos tienen la inmensa suerte de no tener que preocuparse de nada, y de lo que menos, de pensar, porque para eso están los líderes lacistas.

Tengo para mí que la distinta actitud de catalanes y madrileños tiene que ver con sus respectivos líderes sociales y políticos. Mientras que los catalanes miran al pasado, los madrileños lo hacen al futuro, y así no hay manera de sentirse oprimido. Qué pena me dan, pobres madrileños.

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