Cartas

El editor en las trincheras

En la correspondencia de Jorge Herralde hay chismorreo, sí, y algunas maldades, pero al final gana la cultura

Jorge Herralde en el Saló de Cent del Ayuntamiento, donde recogió el premio Atlàntida.

Jorge Herralde en el Saló de Cent del Ayuntamiento, donde recogió el premio Atlàntida. / periodico

Jordi Puntí

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“Una buena reseña”, decía el escritor John Updike, “es chismorreo de un nivel más elevado”. Él las escribió a cientos, a menudo polémicas, y hablaba por experiencia: las reseñas deben tener un componente intelectual elevado, sí, pero como formamos parte de un medio cultural, con relaciones personales, contienen también un fondo de chisme. Quién ha dicho qué, por qué y con qué intenciones, etcétera. Siguiendo esta línea, hay otra forma de chisme, puede que incluso más elevada por lo que tiene de privado: las correspondencias de los editores. Es la sensación que he tenido este verano, mientras leía Los papeles de Herralde -una correspondencia, o falsas memorias, o biografía interpuesta, que es también una historia de la editorial Anagrama desde 1968 a 2000–.

La historia de Anagrama es en gran parte la historia de Jorge Herralde, claro. El experimento, curioso, funciona así: Jordi Gracia va narrando por partes la trayectoria de la editorial, a través de sus autores, títulos y apuestas personales, y de la influencia de la vida política y cultural española. Después la correspondencia de Herralde con los autores, editores, agentes y periodistas colorea y da un relieve más personal y vívido a esta trayectoria.

La vocación de chismoso elevado se regocija en estas cartas, pero lo que queda es sobre todo un retrato del editor independiente en las trincheras del mercado. La recopilación debería ser lectura obligatoria para los que quieran ser editores unipersonales, un vademécum para anticipar los conflictos -y cómo reaccionar ante ellos-. Las cartas de Herralde nos muestran como cultiva su encanto, el carisma, la influencia. Sabe ser charmant y al mismo tiempo contundente, y son especialmente jugosas las cartas de amor-odio con la agente Carmen Balcells. Herralde lanza indirectas con delicadeza, crea alianzas con otros editores, trabaja los textos con los autores que publica y encuentra argumentos para no herir a los que desestima. Asimismo, defiende a sus autores cuando un medio los ignora o un periodista publica una mala reseña, quizás dictada por los intereses privados. Hay chismorreo, sí, y algunas maldades, pero al final gana la cultura.

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