En clave europea
La OTAN y la UE, tras Afganistán
La debacle de Afganistán conducirá a un repliegue de la actuación militar de la OTAN a su zona geográfica inmediata
Occidente debe reorientar sus políticas hacia objetivos realistas alcanzables y a revisar la fiabilidad de sus teóricos aliados para que no te apuñalen por la espalda
Eliseo Oliveras
Después de 20 años de intervención militar de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán y de inyecciones multimillonarias en el país, el Estado construido se ha revelado como "castillo de cartas", que sigue albergando grupos terroristas islámicos y donde los talibanes han recuperado el poder con pasmosa facilidad, ha reconocido esta semana Charles Michel, presidente del Consejo Europeo y presidente de facto de la Unión Europea (UE). La debacle occidental en Afganistán tendrá consecuencias políticas, militares y geoestratégicas de larga duración en la OTAN y la UE.
La primera será un repliegue de la actuación militar de la OTAN y de la UE a su estricto ámbito territorial, pese a las proclamas oficiales a favor de un papel global. Las reacciones muy negativas desde la población y las fuerzas armadas en los países aliados sobre la “inutilidad” de los sacrificios asumidos en Afganistán -3.590 soldados muertos de la coalición de la OTAN- harán muy difícil que los gobiernos acepten en el futuro participar en una misión de envergadura y combate fuera de su zona geográfica inmediata. La misión militar afgana ha costado a Alemania 12.500 millones de euros, a España más de 3.500 millones y a EEUU cerca de 2 billones.
La UE ya redujo drásticamente durante la pasada década la ambición de sus operaciones gestión de crisis, que han pasado de las antiguas misiones militares de estabilización a meras misiones de entrenamiento y formación, con crecientes dificultades para lograr efectivos. Alemania canceló en julio su participación en la prevista misión de entrenamiento a las fuerzas de Mozambique ante el avance yihadista. Pese a la grave amenaza que suponía para la UE la conquista de Malí por los yihadistas en 2013, solo Francia envió tropas de combate. Otros países de la UE se han limitado a aportar apoyo logístico a la operación francesa Serval y su sucesora Barkhane en el Sahel. Francia planea finalizar la misión en 2022, aunque el terrorismo islámico ha vuelto a crecer. Polonia y los bálticos creen que el esfuerzo militar debe centrarse en contener a Rusia.
Relación con EEUU
El unilateralismo de EEUU en sus decisiones sobre Afganistán, sin atender la opinión de sus aliados y al vaivén de la política doméstica norteamericana, también tendrá repercusiones. Los aliados más fieles a EEUU, Alemania y Reino Unido, han sido los que se han mostrado más críticos. Washington tendrá muy difícil que Europa secunde una eventual operación futura en su cruzada contra China. Los aliados europeos solo se involucrarán a partir de ahora en conflictos que consideren una “amenaza directa a su propia seguridad”, señala el politólogo Herfried Münkler de la Universidad Humboldt. La OTAN descansa sobre fundamentos frágiles, sin la amenaza soviética y el giro antidemocrático de varios de sus miembros (Turquía, Hungría, Polonia), avisa Stephen M. Walt de la Universidad de Harvard.
La incapacidad europea de asumir la seguridad militar del aeropuerto de Kabul para evacuar a su personal y las dudas sobre la solidez del compromiso futuro de EEUU como garante de la seguridad de Europa han reactivado la idea de dotar a la UE de una fuerza militar propia. La UE ya acordó en diciembre de 1999 crear una fuerza militar de intervención de 50.000 soldados, que nunca pasó del papel. Desde 2007, la UE dispone de dos grupos de combate de 1.500 efectivos cada uno, teóricamente operativos, pero que nunca se han utilizado. La propuesta del jefe de la diplomacia de la UE, Josep Borrell, de crear una fuerza de intervención de 5.000 soldados tropieza con muchas resistencias.
Objetivos realistas
El fracaso en la construcción de un estado en Afganistán (y en otros territorios) debe llevar a EEUU, la OTAN y la UE a reorientar sus políticas hacia objetivos realistas. “Como somos muy poderosos, asumimos que podemos lograr cosas que son inalcanzables” y “no conseguimos los resultados que queremos”, “ya sea en Afganistán o Libia o con las sanciones a Rusia y Venezuela”, señala Emma Ashford del Atlantic Council.
La OTAN y la UE también deben revisar sus relaciones con supuestos aliados que te apuñalan por la espalda, como Pakistán. El resurgimiento y victoria de los talibanes tras su derrota inicial solo ha sido posible gracias al apoyo militar, logístico, financiero y al santuario proporcionado por Pakistán, que también protegió hasta el fin al líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden. Finalmente, la OTAN y la UE deberían extraer la lección de que nada sólido, ni fiable puede construirse sobre un Estado corrupto o gangrenado por la corrupción.
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