Vidas inalterables

El enigma de la isla Sentinel

Hay vidas que transcurren en un ciclo infinito sin que nada ni nadie pueda intervenir, la autonomía ¿perfecta?

Isla Sentinel

Isla Sentinel

Carol Álvarez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ahora apenas se ven a la venta, no se anuncian, pero aún están ahí. Hubo un tiempo en que las ecosferas se convirtieron en un regalo exótico y, más allá de lo decorativo,  que invita a valorar la preservación de nuestro entorno. Una esfera de cristal guarda en su interior una planta, unos granos de arena, tres o cuatro camarones. Todo vivo y en un ciclo continuado pese a estar en un espacio hermético. Lo que parece un espejismo se convierte en una realidad que dura hasta cinco años, si recibe sol y una temperatura estable - hasta 10 años si la pieza no contiene camarones-, pero ¿quién querría un regalo así  sin la intrigante vida de esos diminutos animales?

No es una ecosfera, pero ls isla Sentinel se diría recubierta por una campana de cristal invisible y  que emerge en la bahía de Bengala. Cumpliría los ciclos naturales de la vida sin ninguna invasión contaminante por expreso deseo de las autoridades indias, que han desplegado numerosas normas para protegerlas de cualquier contacto con el resto de la humanidad. Los censos de población de la isla se hacen de forma aérea, lo que sería decir a ojo de buen cubero. Unas 400 personas podrían vivir allí, hijos de generaciones y generaciones  aisladas de los avances de la ciencia y también de sus perjuicios, pero en 2018, últimos datos oficiales, solo pudieron contar a una cuarentena. La pandemia debería haberles dejado indemnes, no hay comercio, no hay idas y venidas, ni siquiera especies invasoras que puedan transmitir virus, que se sepa. Su lengua también debería ser única. 

Paraíso incorrupto

Sentinel aparece a menudo en los buscadores porque suena a paraíso incorrupto, a maravilla por descubrir, pero no nos puede eso llevar al engaño. Es la misma isla protagonista del último y quizá único acontecimiento que lo ha llevado a las noticias: en 2018 un joven americano que quería conocer su forma de vida fue asesinado al poco de pisar su orilla. Hubo un juicio, claro está, pero en el banquillo se sentaron los pescadores que lo habían trasladado con sus barcas al lugar. En un editorial del diario indio The Hindu, se consideraba la muerte violenta del misionero como un accidente por su temeridad, y se apelaba al endurecimiento de las medidas de protección de las gentes de la isla, que incluyen que se les proteja de proyectos comerciales o publicitarios. Nada de drones haciéndoles fotos, de hecho, la ley preserva expresamente la intimidad de mujeres y niños que hubiera en el territorio de 60 kilómetros cuadrados. Ni siquiera les puede caer una botella de Coca-Cola como le pasó, en la mítica película Los dioses deben estar locos, a una tribu africana que no sabía exactamente qué hacer con ella.

Hay un dato en esta historia enigmático. Los habitantes de Sentinel recibieron con flechas al helicóptero del gobierno indio que se acercó a comprobar cómo estaba la tribu tras el paso del tsunami de 2004. Y, curiosamente, no consta en los registros acumulados sobre la isla que en ningún momento hayan intentado o pretendido salir de allí.

Suscríbete para seguir leyendo