Govern

Cainismo indepe

El independentismo necesita demostrar su disposición a la entente y el diálogo, como paso previo a una hipotética negociación que siempre debería someterse al escrutinio de la población

Pedro Sánchez  y Pere Aragonès, durante una reunión en el Palacio de la Moncloa

Pedro Sánchez y Pere Aragonès, durante una reunión en el Palacio de la Moncloa / Ricardo Rubio

Sergi Sol

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El único gran triunfo estratégico del independentismo, los últimos años, es haber literalmente arrancado una Mesa de diálogo al Gobierno español. Con el reconocimiento expreso de un conflicto de naturaleza política y su escenificación, el independentismo ha logrado una baza de legitimidad sin igual.

Por eso es tan surrealista como nociva la insistencia de una parte del independentismo en sabotear esa Mesa y ese logro que es, sin lugar a dudas, la plasmación del exitoso ‘Sit and talk'. Más allá de las dudas razonables sobre logros y acuerdos a que se pudieran llegar, el independentismo necesita demostrar, una vez más, su disposición a la entente y el diálogo, como paso previo a una hipotética negociación que siempre debería someterse finalmente al escrutinio de la población.

El gran salto dado por el independentismo no se explica, entre otros, sin el fracaso del proceso estatutario. El independentismo ganó enteros a ojos de la sociedad catalana cuando demostró su disposición al diálogo y negociación, que recibió un primer jarro de agua fría con el acuerdo Mas-Zapatero a espaldas de Pasqual Maragall y José Montilla (sacaba fuego por las muelas) y una estocada definitiva con la sentencia del TC, precedida de una campaña hiriente de la derecha y parte de la izquierda españolas.

Por eso sorprende tanto que sea, sobre todo, una de las fuerzas gubernamentales de Palau la que con más ahínco esté golpeando esa Mesa de diálogo, sin otra estrategia que no sea el ruido estéril. A no ser que responda a una mezquina estrategia de partido (y no de país) que se permite esa frivolidad mientras, a la par, no tiene reparo alguno en sembrar de acuerdos con el mismo PSOE -al que repudia cuando habla con los republicanos- por toda Catalunya, empezando por la poderosa Diputación de Barcelona.

Igual resulta que la partida que de verdad algunos patriotas de pelo en pecho están jugando nada tiene que ver con lo que verbalizan con grandilocuencia, si no con algo mucho menos épico y más prosaico, recuperar el mando en plaza agitando la 'estelada' sin rubor alguno.

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