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Una joven prometedora de verdad

En la ópera prima de Emerald Fennell vemos desarrollarse una guerra que hemos aprendido a vestir de normalidad, llamándola abuso o violencia de género

carey mulligan

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Mónica Vázquez

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Hay innumerables formas de ganar una guerra, infinitas posibilidades que florecen en caótica gracia, desdibujando la ilusión de que hay una forma correcta de hacer las cosas, de que existe una receta del bien, un método de probado éxito que hay que aprender, enseñar y reproducir de manera constante. No hay una manera exacta para deshacerse de un enemigo, y no hay un código universal para juzgar una victoria y su inevitable mejor amiga: la derrota. Vivimos y morimos intentando hacerlo lo mejor posible, tratando de vencernos a nosotros mismos y no perdernos, independientemente del resultado.

En la ópera prima de Emerald Fennell, 'Una joven prometedora', vemos desarrollarse una guerra que hemos aprendido a vestir de normalidad, llamándola abuso, violencia de género, lo que sea con tal de tapar la sangre, el dolor, la inmundicia humana. Una inspirada Carey Mulligan protagoniza la historia de Cassie, una talentosa aspirante a doctora que decide dejar la carrera de Medicina tras la muerte de su amiga y compañera de clase Nina, víctima de un ataque sexual en la universidad. La película comienza con la nueva rutina de Cassie, que vive atrapada en el trauma de haber sobrevivido a la muerte de su mejor amiga y es incapaz de dejar de revivir el horror de una experiencia que los demás parecen haber dejado tras de sí con demasiada facilidad.

A veces no es una película fácil de ver, pero vaya si merece la pena. El peso emocional de la historia de Cassie y Nina está en cada pequeño rincón y gesto de nuestra protagonista, iluminando cada detalle del guion con la naturalidad de un drama que reconocemos como propio y sabemos parte de la normalidad que nos envuelve. El miedo parece ser moneda de cambio para comprender el valor de los conceptos que se exploran en la película, y Cassie aprende a moldearlo para hacer brotar conciencias en mentes ajenas, educando en el peso aplastante de la vulnerabilidad.

Si aún no han visto esta película, véanla, porque a veces la única victoria que nos queda es no desaparecer en el dolor, no callarse en el miedo, no morir en el silencio. Véanla.