Una serie de Netflix

Y, además, madre

‘Madres Trabajadoras’ desmonta el maniquí de la maternidad con acidez y un afilado sentido del humor que no deja pollo con cabeza

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Mónica Vázquez

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Nos gusta decir que somos lo que hacemos, lo que pensamos, lo que decimos, lo que leemos; que somos el resultado de nuestras decisiones, el eco de los pasos que dimos. Nos envolvemos de poder y autodeterminación y nos proclamamos nosotros mismos, produciendo en masa adjetivos que apilamos a nuestro alrededor como muro y tarjeta de presentación al mismo tiempo, protegiéndonos de los demás y proyectándonos en ellos, sin tregua. Sin darnos cuenta de que somos proyector de lo propio y pantalla de lo ajeno, los bordes se desdibujan tanto que lo que los demás ven no tiene mucho que ver con quienes somos en realidad.

Queremos escribir nuestro propio destino y crecemos pensando que seremos capaces de hacerlo, pero con el paso de los años aprendemos que uno no puede escapar de la sociedad en la que vive inmerso. Las expectativas de los demás a veces consiguen convertirse en propias, y terminamos queriendo encajar en la imagen que tienen de nosotros, perdiéndonos en la cacofonía de miedos y esperanzas que compartimos de manera frenética e inevitable. Pero con los años, y aunque siempre un poco tarde, nos damos cuenta de que nos han robado quienes éramos, y aprendemos a buscarnos entre la confusa amalgama de propaganda que los demás pretenden imponer sobre nosotros, manipulándonos para convertirnos en el deprimido maniquí del que quieren hacer uso.

La serie de Netflix ‘Madres Trabajadoras’ desmonta el maniquí de la maternidad con acidez y un afilado sentido del humor que no deja pollo con cabeza. Catherine Reitman escribe, produce y protagoniza esta serie que sigue las aventuras de un grupo de mujeres que, por distintas razones, coinciden en un grupo de apoyo y educación para madres primerizas en la guardería que han elegido para sus bebés. Cada una enfrascada en su propio camino, destrozan con naturalidad y sentido del humor los mitos y las cadenas de la maternidad, recordando al espectador que una mujer no deja de ser quien es por el hecho de ser madre. Y que tener hijos no es, ni lo será nunca, la definición de nadie.

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