Guerra Civil

El instinto suicida de los catalanes

Para Manuel Reventós, la impotencia de la Generalitat durante la guerra y su complicidad con los incontrolados tiene un nombre: Lluís Companys

Lluís Companys, president de la Generalitat republicana

Lluís Companys, president de la Generalitat republicana

Andreu Claret

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En los interminables y agrios debates que animaban las sobremesas del exilio, mi padre solía decir que la guerra no la había ganado Franco sino que la habían perdido los republicanos. Si quieren saber el porqué, lean el 'Diari de la Guerra' de Manuel Reventós, que ha sido publicado por su nieta tras permanecer ochenta años en el desván de la torre que los Reventós tienen en Sarrià. Escrito en caliente y sin posibilidad de matizar sus abruptas sentencias, como ocurrió con otros dietarios, debido a la prematura muerte del autor, el texto constituye un testimonio descarnado del impacto que produjo en la burguesía liberal catalana –la que no huyó a Burgos, Salamanca o Roma– el desbarajuste y la violencia que asolaron la retaguardia. Coherente con su condición de catalanista liberal, Reventós siente una profunda repulsión política y moral ante el golpe de Estado protagonizado por los militares franquistas, pero su aversión al fascismo no le impide dedicar el grueso de sus aceradas criticas a los responsables de la Generalitat, a quienes considera incapaces de hacer frente al alzamiento militar sin abrir de par en par las puertas de una revuelta sangrienta que diezmó Catalunya. 

Los Reventós no vivieron en carne propia ni las privaciones que asolaron la mayoría de los barceloneses, ni las bombas que destrozaron el vientre de la ciudad. Recuerdo que, cuando entrevisté al hijo de Manuel Reventós –Joan, fundador del PSC, que tenia diez años cuando la guerra– me contó que no se percató de las penurias que imponía la contienda hasta que tuvieron que cortar el primer árbol del jardín para calentar las habitaciones. Sin embargo, Manuel Reventós continuaba yendo cada día a su despacho de Crèdit i Docks, en el puerto de Barcelona, con el tranvía, desde donde pudo observar la hecatombe provocada por los bombardeos italianos y barrabasadas de las patrullas de la FAI

En un par de ocasiones, lamenta la “vocación de suicidas y destructores que tenemos los catalanes”, y cuando busca una explicación al drama que observa desde el tranvía, lo atribuye a la revolución más que a la guerra, llegando a vaticinar que sin colectivizaciones ‘nadie habría ayudado a Franco’. Nunca lo sabremos, pero sí conviene recordar –ahora que Pablo Casado ha vuelto a abrir el debate– que primero fue la guerra, el alzamiento, y que la revolución fue un corolario difícil de evitar, tras el asalto a los cuarteles y el reparto de las armas que permitieron frenar a los militares del general Goded. Para Manuel Reventós, la impotencia de la Generalitat y su complicidad con los incontrolados tiene un nombre: Lluís Companys, al que casi siempre llama por el apodo peyorativo de “pajarito”, que le habían asignado en una revista satírica. Lo hace en castellano, pero también en alemán (vögelein), en francés (oiselet), en italiano (uccellino) o en portugués (passarinho). Una manera de masacrarlo desde la convicción, según la cual, fue responsable de todos los males que aquejaban a Catalunya, algo que la historia se ha encargado de matizar.