Pros y contras

Sin mascarillas

Del mismo modo que hubo correderas para conseguir una cuando tocaba, ahora nos desharemos alegremente de ellas, con la alegría que nos otorga el hecho de abandonar cosas inútiles

Un grupo de gente en el paseo Marítim de Barcelona lanza sus mascarillas al aire

Un grupo de gente en el paseo Marítim de Barcelona lanza sus mascarillas al aire / JORDI OTIX

Josep Maria Fonalleras

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No sabía que existía la Asociación Española de Fabricantes de Mascarillas, Batas y EPI, pero no me sorprende, porque es muy normal que las empresas se agrupen en función de sus necesidades. Como todos ustedes ya saben, este sábado, y después de más de un año de cubriciones, ya no tendremos que llevar la mascarilla en la calle, con lo cual es evidente que se venderán menos, porque la mayoría de ciudadanos alargarán la vida útil de la protección facial, con mascarillas guardadas en una bolsa (los más finos) o en el bolsillo trasero del pantalón (los más zafios). Del mismo modo que hubo correderas para conseguir una cuando tocaba, ahora nos desharemos alegremente de ellas, con la alegría que nos otorga el hecho de abandonar cosas inútiles. Por ello, los fabricantes se han apresurado a decir que no pasa nada y que la producción seguirá igual, aunque seguro que sufren por el negocio. Podrían usar de propaganda comercial las palabras de Fernando Simón: "Que nos la podamos quitar no quiere decir que nos la tengamos que quitar". Y aquí empieza una larga, entretenida y filosófica disputa entre las libertades y las obligaciones. Entre el poder y el tener que hacer. Entre la elección y la imposición.

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