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El añorado retorno de la confianza

Enterrado el pujolismo, la burguesía catalana recupera independencia y pragmatismo

Nadia Calviño y Javier Faus

Nadia Calviño y Javier Faus

Joan Tapia

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Cada año las jornadas del Cercle d'Economia son un buen termómetro de España. Ante un público burgués -mayoritariamente catalán-, lideres políticos, grandes empresarios y analistas cualificados explican su visión de lo que pasa y venden su mercancía. 

Las caras, preguntas y comentarios de los reunidos son más reveladores que una encuesta del CIS. Y este año, tras el covid, el desplome económico, la media legislatura PSOE-Podemos y la gran polémica de los indultos, la cita prometía.

¿Resultado? El presidente del Cercle, Javier Faus, sentenció: “Salimos más optimistas”. Claro, la Comisión Europea ha dado notable al proyecto español para los fondos europeos (19.000 millones de inversión este año) y Pedro Sánchez capitalizó -como Macron en Francia, donde este domingo hay elecciones regionales- el adiós a la mascarilla obligatoria.  

Sí, un optimismo y el retorno a la confianza han marcado las jornadas. El disparo inicial fue de Ana Botín, al afirmar que “España se iba a salir del mapa” y que el crecimiento del PIB podía llegar al 9%. Un 50% mas de lo previsto por el Gobierno. Y Álvarez Pallete (Telefónica), Pablo Isla (Inditex) y Marc Puig (Empresa Familiar) avalaron la apuesta. Tras el dictamen del capitalismo español, Pedro Sánchez no tuvo que esforzarse en vender que “España va bien”. ¿Recuerdan? Pero en un discurso algo autocomplaciente remachó: en junio habrá habido 189.000 afiliaciones a la Seguridad Social y en cuatro meses (entre salidas de los ertes y nuevas afiliaciones) 1.270.000 activos más. 

La banquera Ana Botín dice que creceremos un 9% y a la vicepresidenta Calviño le ha cambiado la cara. Incluso sonríe

Pero lo que me impacto más fue la cara y los gestos de la vicepresidenta Calviño. La anterior vez que la escuché (creo que en febrero) parecía una tecnócrata atribulada por la caída del PIB y el pesimismo generalizado. El viernes, que había dormido poco porque llegaba de Luxemburgo, sonreía, habló de oportunidad histórica y aprovechó una pregunta para explayarse sobre la consolidación fiscal. Los tipos de interés son bajos, pero en dos años hemos tenido que pedir a los mercados 150.000 millones para evitar el derrumbe. El impulso social-sindical de la vicepresidenta tercera encuentra en la segunda su contrapunto. Y Pedro Sánchez puede explayarse en proyectos, escuchar a Pepe Álvarez y Unai Sordo y que todo pase -salario mínimo y reforma laboral incluidos- por el filtro de Calviño, más gallega y tímida que Miquel Boyer, pero que lo recuerda.

No solo de pan vive el hombre. La clave -también para España- es cauterizar la crisis catalana. Los indultos han generado una gran polémica y Pablo Casado, suave en las formas, habló de “golpe a la legalidad” y “nacionalismo insaciable”. Pero el empresariado -por boca del propio Faus y de Jordi Gual, expresidente de CaixaBank- se mostró más 'sanchista' que los barones del PSOE. Los indultos no son la pócima mágica, pero sí la pomada adecuada para desinflamar. 

El trajeado público aplaudió, Sánchez Llibre (Foment) siguió, y el prudente presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, dijo que eran legales y “bienvenidos sean si sirven para normalizar todo”. Un famoso empresario catalán me susurra: “Sánchez es como es, pero es valiente, nos puede reconducir el conflicto”.

Y en este clima -los obispos catalanes desde fuera también bendijeron- Javier Faus logró que Felipe VI, hasta ahora boicoteado por el independentismo por su discurso de 2017, y Pere Aragonès, el nuevo presidente de la Generalitat, se saludaran. Y el Rey sugirió: “¿Nos hacemos una foto?”. Quiere normalizar relaciones. Empresario sigiloso: “Es lo mínimo, pero viniendo de donde venimos, matrícula de honor”.

Otra cosa. Goirigolzarri dijo que solo las políticas de oferta, no las de demanda, corregirán la baja productividad y que el cambio productivo implica destruir -sí destruir- muchos empleos y crear otros. Ahí es nada. 

Javier Faus, en el discurso ante Sánchez, pidió luces largas, consensos y una fiscalidad inteligente que permita traer talento como la del socialista António Costa en Portugal. Parece que la burguesía catalana, liquidado el pujolismo, que la protegió y la anuló, recupera voz propia: catalanismo, nada de unilateralismo y puentes con el PSC (Iceta e Illa), con Sánchez, y con ERC y Pere Aragonès. 

No son los suyos, pero ahí estamos.

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