Pros y contras

Luz en los CIE

Ese no-lugar que hace tambalear los pilares del Estado de derecho. El último pozo de un sistema de control migratorio anclado en los prejuicios y la inoperancia

CIE de la Zona Franca de Barcelona

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Emma Riverola

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Un agujero negro. Un campo gravitatorio de tal potencia que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de su interior. Tampoco la dignidad, ni mucho menos la ética.

La celda está desnuda, solo un colchón en el suelo. Un hombre se mueve alterado en su interior. Entran siete policías, siete, lo reducen y lo dejan esposado y con un casco en la cabeza. Así permanece durante tres horas. Con sus eternos minutos. El joven tiene 27 años, lleva diez días aislado por ser contacto de un positivo en covid. Diez días encerrado en un cubículo. Ni siquiera tiene baño. Durante esos días, ha sufrido dos ataques de ansiedad y se ha autolesionado. Nerviosismo desatado, sensación de pánico, ritmo cardiaco desbocado… Crees ahogarte. Crees morir. Imaginemos que somos él. No, imaginemos que es nuestro hijo. Esposado. Y con un casco en la cabeza. Si hubiera estado en una prisión, el tiempo máximo de la reducción no hubiera podido exceder los 30 minutos. Pero el joven no es un delincuente. Para él, el pozo del CIE. Ese no-lugar que hace tambalear los pilares del Estado de derecho. El último pozo de un sistema de control migratorio anclado en los prejuicios y la inoperancia. Urge luz.

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