La tribuna

'Momentum' equidistante

Ahora tienen la iniciativa aquella parte del independentismo que ha sido acusado desde colaboracionista hasta 'botifler' y aquellos que, en el conjunto de España, están dispuestos a que se ponga en duda su fidelidad a una idea de España que es un fetiche

Pedro Sánchez y Pere Aragonès se saludan

Pedro Sánchez y Pere Aragonès se saludan / MONCLOA / FERNANDO CALVO

Paola Lo Cascio

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A la vista está que la política catalana, la española y la intensísima interrelación entre ellas, ha entrado en una fase nueva. La elección de Pere Aragonès y sus primeros pasos en el Govern están apuntando hacia ello. Quizás el trasfondo de una negociación de la cual nunca sabremos el alcance y las dinámicas concretas algún día nos pueda explicar más cosas. De momento, y visto desde fuera, el dato es que la unilateralidad ha quedado fuera del perímetro del Govern: los discursos incendiarios y retóricos han quedado de momento como patrimonio de los tuitstars independentistas más radicalizados (y un tanto freak) y de una ANC que ya hace tiempo ha cogido una pendiente identitaria, esencialista y antipolítica a la cual se tendrá que prestar atención.

Por otra parte, y obviados los ominosos papelitos electorales que hablaban de hacer cordones sanitarios a un partido socialdemócrata en función de una peligrosa 'pureza' en el ámbito nacional, en el Parlament el clima parece netamente menos enrarecido que en la legislatura anterior. Se han visto duelos de guante blanco, ofertas para aprobar medidas de manera transversal y más de un chascarrillo que ha suscitado risas transversales. Parece una tontería, pero no lo es. Las avanzadillas de los cambios profundos siempre son los detalles aparentemente insignificantes.

Sin embargo, la prueba más fehaciente de este cambio -como mínimo desde Catalunya- quizá sea la mutación de los mensajes emitidos desde algunos representantes de Junts. No tanto de aquellos -independientes o gubernamentales- de los que en definitiva se esperaba una conformidad en priorizar la gestión, sino de los más vinculados a la figura de Puigdemont. Ver para creer: ahí está una inédita Laura Borràs aplazando la independencia a diez años vista en la prensa extranjera, o el flamante vicepresidente Puigneró hablando en 'prime time' y sin tapujos de la importancia de la mesa de diálogo. No tenemos indicios de si en realidad se creen lo de antes, lo de ahora o ninguna de las dos cosas. Pero en realidad no es importante. La cuestión es que parece que, en esta delicada fase, y con cierta rapidez, el marco ha cambiado: desapareció el irredentismo de marca belga para dejar espacio a la reconstrucción económica y social y diálogo. Y los posconvergentes -incluso los más puigdemontistas, se ignora si de forma coordinada con el ex presidente o no-, parecen haber captado el mensaje: si quieres jugar en este nuevo partido y esperar tocar la pelota, has de aprenderte las nuevas normas.

Por otra parte, también se aprecia una discontinuidad absoluta no tanto en el fondo -porque las declaraciones de intenciones siempre han estado ahí-, pero sí en las formas y en los ritmos en la manera en que el PSOE gubernamental está planteando su relación con el Ejecutivo catalán, con el independentismo y con todo lo acaecido en la última década, moviéndose hacia las posiciones que siempre defendieron Podemos y las confluencias. Se movió el PSOE que está en el Gobierno, porque a la decidida apuesta por los indultos y por la mesa de diálogo que están haciendo Pedro Sánchez y sus ministros y ministras están respondiendo con inusitada deslealtad partidaria algunos de los presidentes autonómicos (no todos, como demuestra el caso de Navarra, Valencia y Baleares) y una vieja guardia -con González de capitán- que no se resiste a retirarse y que aparece cada vez que Sánchez plantea una decisión de enjundia. Pero en este caso también hay señales más que diáfanas de que la decisión ya ha tenido sus efectos. Mientras cunde la percepción de que la Unión Europea -de forma más o menos explícita-, acompañará a Sánchez en este viaje, las derechas (o al menos las dos que quedan sin respiración asistida) plantean recetas ya ensayadas -desde las mesas petitorias a las fotos de Colón- y en todo caso reactivas.

No se sabe cómo acabará. Se puede dar por segura la voluntad de sabotear por mar, tierra y aire un principio de cambio de paradigma por aquellos que, a un lado y al otro del Ebro, políticamente han vivido y pretenden seguir viviendo del conflicto. Y, sin embargo, ahora mismo tienen la iniciativa política aquella parte del independentismo que ha dejado hace tiempo el 'pit i collons' y por ello ha recibido acusaciones duras, desde colaboracionista a 'botifler', y aquellos que, en el conjunto de España, están dispuestos a que se ponga en duda su fidelidad a una idea de España que es un fetiche, ya que poco se asemeja al país real.

La iniciativa la tienen aquellos que se han despreciado por equidistantes. Y es ahora cuando pueden pasar cosas interesantes para el conjunto de la ciudadanía.

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