ANÁLISIS

Quien pierde, paga

Joan Laporta en la rueda de prensa de presentación del Kun Agüero como nuevo jugador del FC Barcelona.

Joan Laporta en la rueda de prensa de presentación del Kun Agüero como nuevo jugador del FC Barcelona. / JORDI COTRINA

Antonio Bigatá

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Para mi generación aquello del "quien pierde paga" estaba estrechamente asociado al futbolín. Allí todo dependía de meter más goles que el adversario, pues eso era sin discusión posible ganar, y comportaba que fuese el otro quien tuviese que poner en la rendija adecuada los dos reales o la peseta que costaba la siguiente partida.

Jan Laporta anunció con bastante solemnidad que quiere que ese principio de los chavas de la segunda mitad del siglo pasado pase del futbolín al fútbol de verdad. "En el Barça perder tendrá consecuencias". El problema es que en este juego/negocio aunque también tenga importancia vital marcar más goles que el rival muchas veces también se gana o se pierde de otras maneras. Nos pueden ayudar a comprenderlo algunos entrenadores de las secciones victoriosas del Barça a quienes el mismo Laporta les ha indicado la puerta de salida. En su caso lo que ha tenido consecuencias no ha sido el perder sino no ser suficientemente amigos --léase carecían de la confianza del nuevo presidente a pesar de sus éxitos.

Hasta ahora en el Barça --a diferencia del Madrid-- por una cuestión de ADN el peso de ganar o perder siempre había ido acompañada de contrapesos complementarios como el de si se practicaba buen juego, si se había hecho todo el esfuerzo posible o si había correspondencia entre los medios puestos por el club y los resultados, por lo que la ya famosa frase de Laporta ha sonado a atrevida o simplista. Y a diferencia del futbolín tampoco siempre es lineal lo de qué es ganar y qué es perder. Del mismo modo suena a ligera otra doctrina del reestrenado presidente: en el Barça no hay temporadas de transición. Laporta, que tiene por delante una temporada que acabe como acabe desde un punto de vista objetivo será forzosamente de transición (porque en ella hay muchas cosas por hacer, por crecer, por madurar y por asentar) también ha sido poco comedido al expresar eso con tanta rotundidad.

Las evaluaciones del proyecto

¿Ha perdido Koeman, en el sentido serio de la palabra, por el pésimo final de temporada, olvidando todo lo positivo que ha hecho a lo largo del año? ¿Hay que situarle en un análisis de blanco o negro en la casilla de lo que significa perder? Si para Laporta la única fórmula para ganar es conseguir la Liga o la Champions (la Copa está claro que no pesa lo suficiente), ¿qué hará él dentro de 12 meses, en el momento de las evaluaciones de su proyecto, si el equipo ha jugado bien, si se ha encarrilado la situación económica y si regresa la coherencia social interna y el prestigio internacional del club, pero no se logra ninguno de los dos títulos? ¿Dimitirá por aquello de que en el Barça perder tiene consecuencias o se aplicará un balance más inteligente de lo que haya pasado?. 

Laporta debe aprender de lo que le ha pasado a él mismo con Koeman. Jugó demasiado abierto y precipitado al expresar dudas públicas antes de estudiar a fondo lo que podía y lo que no era sensato hacer. Con ello ha provocado una primera división en la masa social de seguidores, ha perjudicado el prestigio profesional del mito barcelonista que es asimismo técnico del Barça, para luego tener que ir reculando, decir que da el perfil y que lo ha ido conociendo mejor. Eso simplemente indica que cuando se presentó no había hechos los deberes previos de enterarse a fondo de las cosas. 

Pese a sus anuncios de cambios drásticos lo mejor que ha hecho estas primeras semanas es aprovechar lo poco bueno que dejó atrás su antecesor Bartomeu: los fichajes baratos de varios jugadores de calidad, como Eric García y Agüero, así como aprovechar la contratación de Emerson encarrilada desde hace dos años. Pero Laporta ha incurrido en el riesgo fácil de los poco expertos: incorporar fichajes antes de conseguir que se vayan --y a buen precio-- quienes deben irse. Es un mal paso que siempre devalúa a los que se desea traspasar. Aun así, creo que hay que confiar en la capacidad de aprender de Laporta y en la posibilidad de que sea menos impulsivo en sus mensajes. En caso contrario volverá a enfrentarse, como le pasó en su primera presidencia, al fatídico principio del futbolín: quien pierde paga.