Las elecciones madrileñas

Ayuso y el portero de Di Stéfano

Como promesa electoral, igual parece poca cosa permitir a los ciudadanos ir a tomar unas cañas al bar, pero con eso ha ganado Ayuso. ¿Para qué queremos más?

Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado se dirigen a sus simpatizantes desde el balcón de la sede del PP en Madrid, tras conocer los resultados electorales.

Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado se dirigen a sus simpatizantes desde el balcón de la sede del PP en Madrid, tras conocer los resultados electorales. / Mariscal / Efe

Albert Soler

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Cuentan del Di Stéfano entrenador, que poco antes de salir el equipo al terreno de juego, dirigió unas palabras al portero, que no le merecía mucha confianza.

-Esteee, mirá, los balones que vayan p'adentro, adentro irán. Pero por lo menos, los que vayan fuera, no me los meta dentro.

En la política española -catalana incluida, a pesar de los lacistas- ocurre lo mismo, puesto que los ciudadanos tenemos asumido que quien nos gobierne será un inútil colosal, nos queda solo pedir que no nos incordien y nos dejen en paz, que si tenemos que salir de la crisis será -como siempre- gracias al esfuerzo de todos y a pesar de los políticos, a los que no pedimos más que una cosa: no molesten. Como les diría Di Stéfano, ya que son ustedes incapaces de solucionar las desgracias, por lo menos no creen otras. Como promesa electoral, igual parece poca cosa permitir a los ciudadanos ir a tomar unas cañas al bar, pero con eso ha ganado Ayuso, con poder ir al bar, a los toros, al fútbol, al teatro o a pasear por el Retiro. ¿Para qué queremos más? Que no intenten arreglar nada, no vaya a ser que nos metan dentro el balón.

-...y si me votáis, prometo solucionar el paro, vacunar a toda la población en dos meses, subvencionar la compra de coches eléctricos, lograr la paz mundial y acabar con el hambre en la tierra.

-Pst, jefe, vamos a lo que interesa: ¿podré ir al bar a tomar unas cañas?

La izquierda, mientras, ha abandonado sus luchas y se dedica a desenterrar a Franco, poner monigotes con falda en los semáforos, criminalizar los piropos, censurar canciones y películas políticamente incorrectas, y decir «niños, niñas y niñes». Han cambiado la defensa del proletariado por la de nuevas minorías supuestamente oprimidas, cosa que extrañamente no entienden ni en Vallecas ni en Carabanchel, donde ahora los obreros votan PP. Como para echárselo en cara. Yo mismo, siendo de izquierdas, jamás votaría a un partido que dice «niñes». No por nada, es que no soporto a los gilipollas. Que no me hablen de sanidad, igualdad, solidaridad, etcétera. No. Si son gilipollas, no los voto. Y si puedo ir al bar, los voto. Tan simple como eso. Será una forma primitiva de pensar, pero cuando uno puede esperar de los gobernantes lo mismo que Di Stéfano de su portero, es la única aceptable.

Si la Revolución Francesa estalló porque el pueblo quería pan, con más motivo puede estallar otra si el pueblo quiere cerveza, mucho más nutritiva. En Madrid tienen ya por costumbre sublevarse por temas que en otros lares pueden parecer pueriles, recordemos el motín de Esquilache, por la prohibición de usar capa y sombrero de ala ancha, que acabó con el destierro del ministro y marqués, y con la caída del Gobierno. Poca broma con los temas menores, que son los importantes.

Excepto en Catalunya, donde eso nos da risa. Nosotros somos tan superiores a los madrileños que nos sublevamos solo por cuestiones elevadas como la republiqueta, a la que ni hemos visto ni veremos, pero mientras esperamos su advenimiento, tenemos los bares cerrados y en Madrid los tienen abiertos.

-...y seremos la Dinamarca del sur y en 18 meses independientes y Europa nos espera con los brazos abiertos y las empresas se pelearán por instalarse aquí y comeremos helado de postre cada día.

-Pst, jefe, ¿qué hay de las cañas?

Como decimos en el bar Cuéllar, más vale cerveza en mano que republiqueta volando.

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