Elecciones 4-M

Madrid, lo del centro del donut

Diga lo que diga Ayuso, Madrid no es España

Madrid, lo del centro del donut

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Antonio Franco

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Si, como dice Isabel Ayuso, Madrid es España, después de los resultados del martes, aunque no seas independentista, apaga y vámonos. O siéntete apátrida y marca tus distancias, que el problema va en serio. Pero, afortunadamente, Madrid no es España y el PP trumpista que ella y el siempre veleta circunstancial llamado Pablo Casado impulsan es absolutamente irrelevante en nada menos que Catalunya y Euskadi. Y tampoco representa a la variante conservadora más normal que gobierna Galicia, aunque haya contaminado parcialmente al PP andaluz y al de otros puntos de menos peso. Después de analizar la España vacía hemos de empezar a reflexionar sobre esa España gritona, triunfal e incompleta, que dice representarnos a todos siendo bastante poca cosa. Si este país es un donut, Madrid es lo de en medio; cada vez tiene menos que ver con todo el borde sustancioso, aunque posea la capacidad de contaminarlo con sus naderías tóxicas (discursos simplistas, eslóganes desajustados, resoluciones judiciales únicamente nostálgicas, prensa subvencionada, obstrucciones tramposas a la voluntad popular, manifiestos franquistas de abuelos cebolleta uniformados que en otro tiempo se consideraban novios de la muerte...). Son un muy remirado ombligo, que prescinde de que el conjunto del donut mire hacia adelante buscando sitio en el futuro.

Si este país es un donut, Madrid es lo de en medio; cada vez tiene menos que ver con todo el borde sustancioso 

La izquierda gobernante es bastante responsable de la decantación en su contra del voto de los madrileños. Invadida por la convicción tecnocrática de que lo importante son las estrategias, le debe a todo el borde del donut -el que la aupó a la Moncloa, para huir del hedor de la corrupción sistémica del PP- un proyecto vertebrador y no se lo da. La España posible está a la espera de algo que vaya más allá del mero resistir;  desea pasos moderados, pero inequívocos, hacia la traducción de la realidad plurinacional en unas instituciones más coherentes; y no ve que Pedro Sánchez esté sabiendo ponerse a la cabeza de los miles de cambios que exige la nueva sociedad, ni que consiga repartir juego entre quienes desean avanzar. Y aunque ha logrado incorporar nuevas y nuevos dirigentes que dan la sensación de ser útiles para este tramo difícil, Sánchez siempre parece frenado de oficio por los tiranosaurios del viejo PSOE, que salen de las residencias geriátricas suspirando por un estadio anterior --que era el suyo-- y que ya nunca volverá, tal como refleja persistentemente el voto de la capa más joven de la población.

En el país donde casi todo se pudre más deprisa que en otras latitudes ahora tenemos una estrella de cartón piedra emergente que tal vez lo encarna todo, menos unas vías de conciliación con lo que no sea Vox. Lloren, si quieren, Ayuso lo merece, pero no olviden que hemos salido de situaciones peores. Subrayen lo de hemos salido, porque de los pozos negros casi nunca te sacan los demás. Hemos de hacerlo. Pero en la mochila, además de una brújula, lleven ustedes la convicción: diga lo que diga Ayuso, Madrid no es España. Pero hay que decirlo alto y claro, para que se enteren en Madrid. 

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