Dinamica reformista

Un mejor mercado laboral

El objetivo de la dinámica reformista del Gobierno debe ser compatibilizar los derechos de los empleados con la previsibilidad y agilidad que requieren los empresarios

Una trabajadora de Mercadona.

Una trabajadora de Mercadona.

Jordi Alberich

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En esta dinámica reformista a la que se ha comprometido el Gobierno, en buena parte obligado por las exigencias europeas, el pronto ajuste del mercado laboral resulta tan inevitable como complejo. Su objetivo no puede ser otro que compatibilizar los derechos de los empleados con la previsibilidad y agilidad que requieren los empresarios. Para que la economía crezca y la sociedad no se agriete, los trabajadores deben albergar la expectativa real de empleo digno, y los empleadores actuar desde la certeza de que, asumiendo los costes pertinentes, podrán ajustar con rapidez sus plantillas, cuando las circunstancias así lo requieran. 

Durante décadas, diversas reformas, y un sinfín de ajustes, nos han llevado a un mercado flexible pero muy intrincado. Así, la actual coyuntura constituye una excelente oportunidad para responder a los requerimientos de una economía global y digital y, a su vez, a la necesidad de un mayor empleo estable. Un par de consideraciones al respecto.

De una parte, se deben agilizar los trámites en los procesos de despido pues, para el empresario, resultan a menudo más engorrosos que el propio monto de la indemnización. Ello facilitaría el reducir las excesivas modalidades contractuales, asumiendo como norma general el contrato indefinido, con contadas y justificadas excepciones como, por ejemplo, el turismo estacional o la campaña agraria.

Y, de otra, deberíamos considerar la positiva experiencia alemana con el denominado 'kurzarbeit', o reducción generalizada de jornada para todos los trabajadores de una empresa en situación de crisis coyuntural. En dicho supuesto, la Administración pública complementa el salario perdido, sin abocar a buena parte de los empleados al paro absoluto. Algo muy parecido a los erte, tan recurrentes durante este período de pandemia. 

Estamos, pues, ante la oportunidad de empezar a reconducir el arraigado malestar social y político cuyos orígenes arrancan, precisamente, del deterioro en el empleo y de la sensación de ir a peor. Veremos.