Opinión | Editorial

El Periódico

La irrelevancia de la Generalitat

Esquerra y Junts continúan empantanados en las negociacionespara formar Govern, mientras el desprestigio de la institución se incrementa

06 04 2021  Pere Aragones acude a la reunion semanal del Consell Executiu de la Generalitat  Foto Ruben Moreno

06 04 2021 Pere Aragones acude a la reunion semanal del Consell Executiu de la Generalitat Foto Ruben Moreno / Rubén Moreno

Casi dos meses y medio después de las elecciones del 14-F, Catalunya sigue sin Governy sin perspectivas cercanas de tenerlo. Esquerra y Junts continúan empantanados en una negociación que avanza a paso de tortuga mientras las instituciones están paralizadas. Aunque en los últimos días ha aumentado la frecuencia de las reuniones entre los negociadores -este lunes vuelven a reunirse-, los frutos son escasos. De los cinco apartados en que, según hizo público Esquerra, está dividida la negociación -estrategia independentista, soberanía parlamentaria, prioridades del Govern, arquitectura del Ejecutivo y mecanismos de coordinación-, solo uno ha quedado cerrado 23 días después de la segunda votación fallida de la investidura de Pere Aragonès.

El capítulo acordado es el que se refiere a la coordinación y su resolución es un indicador del nivel de desconfianza entre los dos socios que ya pasaron la anterior legislatura entre reproches, recelos y divergencias continuas en cualquier tema que se abordase. Nada menos que cinco instancias de coordinación se han pactado para vigilar el cumplimiento de los acuerdos y para evitar los choques y las tensiones. En esas cinco instancias se incluyen la coordinación parlamentaria, la del Govern y la de la estrategia independentista, pero poca confianza existe de partida si para que el Ejecutivo funcione razonablemente se necesitan tantos niveles de coordinación y vigilancia.

La desconfianza y la parálisis, que es una de sus consecuencias, vienen, sin embargo, de lejos. Ha pasado casi un año y medio desde que a finales de enero de 2020 el ‘president’ Quim Torra diese la legislatura por agotada por lo que calificó de «deslealtad» de Esquerra. Torra ha despreciado al mismo tiempo la gestión de la autonomía, de la que llegó a decir que era un obstáculo para la independencia. Después, cuando Torra fue inhabilitado por el Tribunal Supremo, Junts no aceptó que el vicepresidente Aragonès fuera un presidente con las mayores atribuciones legalmente posibles, con la consecuencia de que desde entonces hasta ahora Catalunya ha tenido durante seis meses un Govern en funciones. Y, finalmente, hemos asistido a una investidura fallida por la abstención de Junts sin haber prácticamente negociado y a una negociación posterior sin resultados hasta ahora, trufada de ultimátums, reproches y discrepancias en público y en privado. Cuando Esquerra sigue apostando por la mesa de diálogo con el Gobierno de Pedro Sánchez, con dos años de plazo para examinar los resultados, Carles Puigdemont acaba de decir que «es una constante histórica que los conflictos no se resuelven por la vía del diálogo, sino de la confrontación». Una vez que Junts ya ha conseguido la presidencia del Parlament, la falta de avance en la formación de Govern parece más atribuible a la desunión dentro del partido de Puigdemont que a Esquerra, que sí ha firmado un acuerdo con la CUP para la investidura de Aragonès.

En este año y medio, el desprestigio de la Generalitat no ha dejado de crecer debido a la parálisis institucional y a las peleas entre los dos socios del Govern, hasta el punto de que en muchas ocasiones la impresión de la ciudadanía es que había dos gobiernos diferentes. Esta situación ha acabado convirtiendo a la Generalitat en una institución insignificante e irrelevante en la que la gente ha dejado de confiar y a la que ya ni siquiera se le piden soluciones. Y lo peor es que los responsables de este deterioro parece que no se den cuenta de la gravedad que ha alcanzado.