Análisis

¿Debe dimitir Florentino?

Florentino Pérez

Florentino Pérez / Sergio Pérez / Reuters

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Fuerzo la mano con este titular para intentar salvar la vergüenza de que en la prensa española no se esté debatiendo abiertamente sobre si debe dimitir Florentino por tres cosas. Para pagar el error ideológico de menospreciar las realidades sociales del fútbol que dice querer salvar, por el error profesional de gestor que da a conocer un proyecto de la forma absolutamente chapucera que lo hizo, y para intentar ayudar al Real Madrid desviando hacia su estricta persona las represalias que algunos proponen que se apliquen. En ningún país serio se escamotearía este debate. Lanzar en el siglo XXI una gran operación mundial sin seguir un estricto plan de comunicación coherente es una locura. Confirma que este llamado Ser Superior por sus periodistas adictos no cree en las funciones naturales de la prensa.

Hacer el lanzamiento de la Superliga desde el válido pero cuestionable programa televisivo para forofos El Chiringuito le retrata. Era equivalente a lo que hace quien presenta a su novia formal a los padres y amigos en un bar de alterne. Alguien me ha contado que tal vez fue su urgente jugada desesperada cuando supo que la UEFA se había enterado de que como los grandes clubs británicos daban el OK a la Superliga y quiso adelantarse a las presiones, chantajes y campañas populares en contra que haría antes de que la opinión pública hubiese conocido de su boca lo que pretendía presidir. Alguien me ha dicho que tal vez fue una indiscreción de Laporta, hecha distendidamente y con copas en la mano, lo que llevó a la UEFA los datos sobre lo maduro e inminente que estaba el plan de Florentino. Si eso fuese verdad sería en la práctica como una segunda lona gigante colgada por Laporta --esta vez probablemente sin querer-- ante las mismísimas narices del adversario natural que el Barça tiene la obligación de desarticular.

El parapeto de la asamblea

Sigamos con Laporta. Después de unas horas resignado a tener que hacer de monaguillo de Flore su situación ha quedado bastante bien resguardada: Bartomeu en su momento ya anunció que la aceptación del Barça a la Superliga tendría que ser aceptada en una asamblea de socios y ese es su parapeto. De modo que ahora nada por aquí y nada por allá. El Barça necesita dinero como el que más y Laporta, al que no le hacía gracia que esta nueva competición naciese (como pasó con la Copa de Europa) en la entrepierna el Madrid y sin papel para el barcelonismo, fue pragmático: bajó la cabeza y le sonrió a Florentino ante la posibilidad de que así le cayesen encima muchos millones.

 A partir de ahora lo interesante de seguir serán los esfuerzos de Florentino para capitalizar los cambios que ya estaban previstos que iban a hacerse en el fútbol internacional diciendo que los provoca su idea, y para pagar lo menos posible por su error de mal empresario. Porque juega mejor con la chequera que con balón y ha perdido con ella. Respecto al balón, nunca le ha preocupado demasiado que el Madrid hiciese un buen fútbol porque su objetivo era y es simplemente ganar, ganar como sea, ganar más.

A mí no me extrañaría nada que su canción favorita fuese aquel pedazo de Carmina Burana, de Carl Orff, titulado "O Fortuna", que convierte en espectacular himno de los poderosos el mensaje de que la pasta es la gran emperatriz del mundo. Su problema reside en que esta vez demasiadas voces le han contrarrestado cantando sencillas estrofas de aquel cantautor de mi juventud que se llamaba Facundo Cabral y que jugaba en una Miniliga distinta . Ahí van algunos de sus rejones que en el fondo van contra el florentinismo porque reflejan lo que piensan los seguidores de los clubs a los que consideran menores por lo que los alejaban de la ambición de ganar la Superliga. "Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo", "Que me importa ganar 10, si sólo sé contar hasta 8", "Solamente lo barato, se compra con el dinero", "Juan Comodoro buscando agua encontró petróleo pero murió de sed", "No sé quien va más lejos, la montaña o el cangrejo".

Las clases sociales diferentes existen, aunque una machaque a la otra, la ningunee y quiera tomar las decisiones por las dos. A veces los pobres hombres ricos pierden los partidos de fútbol ante los pobres hombres pobres porque creen que simplemente son negocios suyos en los que los demás han de limitarse a chutar mientras ellos hacen caja. Pero ni siquiera así, cuando caen en el ridículo, dimiten de sus cargos cuando les correspondería hacerlo.