ANÁLISIS

La Superliga, la vacuna de los clubs ricos de fútbol

Neymar encara a Alaba, en presencia de Kimmich, en el PSG-Bayern de cuartos de final.

Neymar encara a Alaba, en presencia de Kimmich, en el PSG-Bayern de cuartos de final. / Franck Fifé / Afp

Albert Guasch

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Una Liga europea con los mejores clubs de Europa enfrentándose con regularidad es una fantasía larvada durante años. Surgida del desdén o aburrimiento de recibir a clubs menores los fines de semana, un europeísmo futbolístico ha ido expresándose con el deseo de una competición continental fluida, en el que los derbis del pasado den paso a otros más rutilantes. 

¿Quién no prefiere ponerse ante la pantalla a ver un Bayern-PSG como el de la semana pasada a un Getafe-Madrid como el del domingo? Por supuesto, el aficionado imagina fiestas como esa de forma habitual, de juego y emoción máximas con estrellas magnas en las alineaciones. 

No obstante, todos sabemos que la Superliga europea surge y acelera por motivaciones económicas. Los clubs ricos se han buscado su vacuna en estos tiempos de presupuestos estrangulados con un anuncio de madrugada. La Superliga, con sus centenares de millones a cuestas, permitirá la recuperación económica de forma rápida de los clubs grandes. No buscan otra cosa. Es una inyección de inmunidad frente a la abrumadora crisis del último año y medio.

Se habla con razón de revolución en el mundo del fútbol. También se habla de guerra. Hay un voluminoso negocio que cambia de manos. Se han posicionado en contra, y de forma vehemente, varios Gobiernos, y la UEFA y la FIFA, entidades nada inocentes, ven cómo les están vaciando la cartera ante sus ojos, de ahí sus amenazas bíblicas. Pero son amenazas con pistolas de agua. Nadie se cree un Mundial sin los futbolistas de los grandes clubs europeos, que es una de los gritos al aire proferidos. Ni una Liga sin Barça o Madrid, como gesticula Javier Tebas. 

Cierto romanticismo pierde. La Superliga de 20 equipos, con solo cinco invitados, excluye a un montón de clubs con larga tradición en la Copa de Europa o la Champions. El fútbol, como en el mundo en que vivimos, ampliará como nunca las diferencias entre ricos y pobres. Unos se vacunan y otros no. El fútbol, como la vida, es así.