BARRACA Y TANGANA

Clásicos de primavera

Ya puedes subir muy alto que nada produce tanto vértigo como asomarte al balcón de las diez últimas jornadas

Gerard Moreno deja tumbado a Germán para marcar uno de sus tres goles al Granada.

Gerard Moreno deja tumbado a Germán para marcar uno de sus tres goles al Granada. / Efe / Pepe Torres

Enrique Ballester

Enrique Ballester

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hoy vengo a denunciar una injusticia. Hay santos que se celebran más que otros. Santos que se saben superiores. Si te llamas Juan o José, seguro que te felicitan por tu santo, pero si te llamas Mario o Enrique no se acuerda nadie. Sucede igual con las convocatorias de la selección. De unos se acuerdan más que de otros. Santos que se saben superiores. Santos que se celebran más que otros que están obligados a hacer algo extraordinario para que los llamen. Si lo piensas un poco es injusto, pero a la vez es normal que pase.

Si lo piensas un poco, también, todos tenemos un amigo para la necesidad de cada instante. Con el paso de los años valoras especialmente a ese héroe que siempre está disponible para salir, ya sea un martes a mediodía o un domingo a última hora, en verano o en invierno, después incluso del entierro de su padre. Si te urge un experto en coches, un consejo para una reforma en casa o un libro de cultura clásica, siempre hay alguien que tiene la solución en algún grupo de WhatsApp. Si necesitas a alguien que refuerce tu pesimismo con tu equipo, lo tienes; que recuerde las fechas de los santos, lo tienes; o que apoye tu optimismo con tu equipo, también lo tienes. A veces eres tú ese alguien. A veces tu función va cambiando con el tiempo. Yo soy ahora el que informa de los resultados del Club Deportivo Lugo, un rol tan digno como otro cualquiera, a mí me vale, por ejemplo.

Lo difícil es quedarse quieto

En WhatsApp o en la vida, a veces te equivocas. A veces te equivocas mucho. Intentas enmendar ese error y te equivocas todavía más. Lo tratas de arreglar y es peor: es perder la pelota en la salida y que el torpe intento de recuperarla acabe con penalti y expulsión. A veces se trata de entender que has perdido la pelota y asumir el mal menor. A veces ocurre que lo más difícil es quedarse quieto, lo más complicado es no hacer nada. Que yo antes era especialista en no hacer nada y ahora paso una mañana sin hacer nada y me siento mal, me genera ansiedad. Yo antes y yo ahora: he caído en la gran trampa. La trampa de la productividad, que es otro tema, pero os lo advierto, y es la verdad.

Antes y ahora, con los defensas de mi equipo y sean malos o buenos, siempre tengo la misma sensación. Los defensas me transmiten seguridad. Me transmiten la seguridad de que van a fallar. En la vida no suelo ser consciente de la posibilidad de la desgracia, pero en el fútbol salgo a la calle pensando que me va a caer un meteorito en la cabeza, y es así jornada tras jornada. Por mucho que diga la estadística o la experiencia, solo atiendo a la sensación. Y la sensación me dice que si algo puede salir mal, saldrá mal, me dice que solo esté tranquilo en el minuto 88 con cinco goles de ventaja. Yo antes y yo ahora: está bien que algo no cambie en el antes y el ahora. Aunque sea el sufrimiento futbolero, temporada tras temporada.

Ya puedes subir muy alto que nada produce más vértigo que asomarte al balcón de las diez últimas jornadas. Esa adictiva y angustiosa mezcla de querer conseguir lo que deseas y temer perder lo que tienes. Los clásicos de primavera. Si lo piensas un poco es absurdo, pero a la vez es normal que pase.