Ágora

El valor del cuidado

La situación actual es una oportunidad única para reivindicar el valor del cuidado y situar a las enfermeras en el lugar que nos merecemos

Una enfermera realizando un test de antígenos en el módulo del CAP Amadeu Torner de L'Hospitalet

Una enfermera realizando un test de antígenos en el módulo del CAP Amadeu Torner de L'Hospitalet

Paola Galbany

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La crisis provocada por la pandemia de covid-19 ha puesto de manifiesto la importancia que tiene el cuidado en la vida de las personas. Ahora, más que nunca, necesitamos que nos cuiden, que se tengan en cuenta nuestras necesidades básicas –fisiológicas, de seguridad, de pertenencia y emocionales– y que se aborden con profesionalidad.

Tradicionalmente, las tareas relacionadas con el cuidado se han relacionado con actividades de la vida diaria que han sido poco valoradas y que, salvo contadas excepciones, siempre las han hecho las mujeres. Se asume que la atención de las personas mayores, los enfermos o los niños son tareas femeninas que, la mayoría de las veces, no es necesario que sean retribuidas, porque se incluyen dentro de las tareas que les toca hacer a las mujeres.

La profesión enfermera es la profesión que se ocupa de cuidar. Del mismo modo que la materia prima con la que trabajan los abogados son las leyes; los médicos, las enfermedades, y los periodistas, la información, la materia prima que empleamos las enfermeras es el cuidado. Y aquí hablo de enfermeras, en femenino, para referirme tanto a hombres como a mujeres que ejercen la profesión, tal y como recomienda el Consejo Internacional de Enfermeras.

La enfermería ha evolucionado mucho en muy poco tiempo. Hace menos de 50 años, las enfermeras estudiaban en escuelas de asistentes técnicos sanitarios. En 1977 se creó la diplomatura universitaria de Enfermería y en 2008 la disciplina alcanzó el máximo desarrollo académico posible, el grado universitario. En este periodo tan corto de tiempo, las enfermeras hemos pasado de ser las ayudantes de los médicos a ejercer nuestro trabajo de manera autónoma y diferenciada. De llevar cofia a vestir como cualquier otro profesional de la salud. De hacer un oficio auxiliar a practicar una profesión compleja, que se desarrolla a partir de la evidencia científica.

Esta evolución todavía no ha sido asumida por la sociedad ni incluso por el mismo sistema sanitario, que a menudo nos sigue relegando a un segundo término. Sospecho que la razón es que la inmensa mayoría de nosotros somos mujeres y que, además, nos dedicamos a una tarea tan tradicionalmente femenina como la de cuidar de las personas.

La situación que estamos viviendo desde hace un año es una oportunidad única para reivindicar el valor del cuidado y situar a las enfermeras en el lugar que nos merecemos. No solo queremos aplausos. Queremos que se nos reconozca nuestra experiencia y nuestros conocimientos para desarrollar planes de carrera profesional y eso pasa por recibir sueldos dignos por nuestro trabajo y que se reconozca en nuestra categoría profesional el nivel académico de grado universitario. Queremos trabajar con unas condiciones aceptables, con contratos estables y horarios que nos permitan conciliar la vida personal con la laboral. Queremos que, socialmente, se valore nuestro trabajo y nuestros conocimientos.

Ahora, más que nunca, es necesario que se reconozca la esencia de la profesión de enfermera y que se valore el hecho de cuidar de las personas como una de las actividades más importantes para garantizar el bienestar de la sociedad.