Incertidumbre económica

"No tenemos futuro"

A pesar de la elevada tasa de paro, la juventud tiene muchísimas más oportunidades de progreso que sus padres y abuelos

La concentración de Plaça Universitat.

La concentración de Plaça Universitat. / MANU MITRU

Anna Gener

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Seguimos en plena pandemia, sin saber aún cuándo alcanzaremos la inmunidad de grupo y podremos retomar nuestra vida con plenitud. Pasan las semanas y, si bien es cierto que menguantes, siguen celebrándose manifestaciones por la libertad de Pablo Hasél. Estas protestas son reflejo de la desesperanza de estos tiempos difíciles, como lo demuestran los carteles que blanden algunos manifestantes, muy jóvenes en su mayoría, con sentencias como: “No tenemos nada que perder” o “No tenemos futuro”. 

Escribo estas líneas con la esperanza de que caigan en manos de alguno de estos jóvenes manifestantes, pues me preocupa enormemente que acaben creyéndose lo que rezan sus pancartas. Porque lo cierto es que tienen mucho que perder -basta con ver cómo están otras sociedades- y por supuesto, tienen un futuro lleno de posibilidades, si enfocan su esfuerzo en la dirección adecuada. 

La elevada tasa de paro juvenil que hay en nuestro país se debe a una inexcusable falta de diálogo entre el mundo académico y el mundo laboral, que deriva en unos planes formativos poco aptos para los requerimientos profesionales. Es, sin duda, un gran fracaso colectivo que debemos solucionar, no solo porque nuestra sociedad invierte inútilmente en una educación que los contratadores naturales no valoran, sino sobre todo, porque muchos jóvenes ven condicionada su emancipación, el acceso a una vivienda o la formación de su nuevo núcleo familiar. 

Sin duda, es dolorosa la situación de los jóvenes que se han formado y no logran incorporarse con éxito al mercado laboral, desplazados a trabajos precarios o a ocupaciones que nada tienen que ver con lo que han estudiado, pero de ahí a creer que no tienen ningún futuro hay un abismo. 

Es cierto que el panorama es desalentador, la crisis derivada de la pandemia aún está por manifestarse plenamente, pero hay buenas noticias; no todos los sectores económicos van mal, algunos, de hecho, están creciendo. Numerosas empresas están buscando perfiles con la formación y las competencias adecuadas para desarrollar su actividad de manera competitiva, una búsqueda que se hace especialmente urgente en el caso de los perfiles con competencias digitales. Las oportunidades están, hace falta detectarlas y aceptar que quizá toque adquirir nuevos conocimientos para encontrar trabajo.

Que algunos jóvenes asuman que “no tienen futuro” en el marco de nuestra sociedad es un profundo error, que les coloca en una espiral victimista. El discurso decadentista les condena, les deja sin posibilidad de conquista de su bienestar, les hace caer en una dinámica de brazos caídos, o en lo que es peor, una pulsión autodestructiva. 

Rompamos algunos tópicos; no es cierto que nosotros hayamos vivido peor que nuestros padres, tampoco lo es que nuestros hijos vivirán peor que nosotros. A pesar de la elevada tasa de paro, la juventud tiene muchísimas más oportunidades de progreso que sus padres y abuelos. En nuestro privilegiado mundo europeo jamás habíamos tenido un acceso tan fácil al conocimiento; internet nos ha abierto un mundo de oportunidades.

La gestión de la incertidumbre económica es inaplazable, pero no es condición suficiente para abandonar las actitudes nihilistas que se muestran en las pancartas. La cultura, en sus diversas manifestaciones, es lo que salvará a nuestra sociedad del desconcierto intelectual y espiritual que atraviesa. La cultura es el recurso utilizado a lo largo de toda la historia de la humanidad para proporcionarnos consuelo y placer, y ese recurso es actualmente más accesible que nunca; basta con entrar en internet y teclear “Picasso”, entre otras infinitas posibilidades.

Ojalá los jóvenes de las pancartas le den una oportunidad a las posibilidades que les ofrece el mercado laboral, el conocimiento y la cultura. Ojalá se permitan crear un universo propio, que les conecte consigo mismos, y les aleje de todas las heridas que están asumiendo, que no les son propias. 

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