Un rol esencial

El uso sostenible del agua, motor de recuperación

Frente a la amenaza de los efectos del cambio climático y de una preocupación creciente sobre la contaminación ambiental, la calidad del agua y la economía circular deben ser parte de los grandes ejes de actuación

Agua del grifo.

Agua del grifo. / periodico

Miquel Rovira

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La huella hídrica de un coche es de más de 50 metros cúbicos de agua, la de una naranja es de 80 litros y la de una ración de carne de ternera se acerca a los 2.000. La huella hídrica es el agua necesaria para producir un bien, y a menudo es un agua oculta de la que no somos conscientes. De hecho, en una esfera de solo 273 kilómetros de diámetro sería posible meter el agua dulce del planeta que hay en los acuíferos, pantanos, ríos y lagos. No es mucho si, además, tenemos en cuenta que la población crece exponencialmente.

Ahora que tanto se debate sobre transformación y reconstrucción como salidas de la pandemia, a menudo olvidamos que el agua jugará un rol esencial en la etapa de recuperación poscovid-19. Frente a la amenaza de los efectos del cambio climático y de una preocupación creciente sobre la contaminación ambiental, la calidad del agua y la economía circular deben ser parte de los grandes ejes de actuación y ayudar a dibujar un país que haga un uso sostenible de los recursos hídricos.

La nueva directiva europea de aguas de consumo, recientemente aprobada por el Parlamento Europeo, permitirá hacer un gran paso adelante. Es el resultado de la primera iniciativa ciudadana que ha conseguido convertirse en ley, la ‘Right2Water’, que consiguió casi dos millones de firmas y que, entre otros aspectos, promueve el acceso universal al agua. Este horizonte apunta a que en los próximos años la calidad del agua del grifo debe ser excelente y estar al alcance de todos, con beneficios para la salud de las personas, permitiendo, además, reducir el consumo de agua embotellada.

Las redes de distribución no deben tener escapes y los consumidores debemos ser pieza clave del nuevo modelo, ya que tendremos a nuestro alcance información de calidad, transparente y accesible que facilitará la adopción de actitudes sostenibles.

El impacto económico de episodios de falta de agua como los que se pueden producir como consecuencia del cambio climático pueden impactar alrededor del 8% del PIB catalán

La economía circular del ciclo del agua se debería instaurar, alargando al máximo la vida de los recursos, garantizado el suministro y con un efecto multiplicador que debería hacer posible el uso inteligente del agua en ciudades, industrias, en la agricultura y el turismo, cerrando al máximo sus ciclos y estableciendo simbiosis entre si cuando sea posible.

Las plantas depuradoras que tratan aguas residuales podrán generar energía para su autoabastecimiento y también nuevos productos como, por ejemplo, fertilizantes y aportarán agua regenerada que será utilizada para diferentes usos en función de diferentes niveles de calidad, pero ya no será necesario utilizar agua potable para todo. La desalinización, cuando se aplique, será sostenible en cuanto al consumo de energía y las salmueras obtenidas del proceso serán nuevas fuentes de metales y minerales.

La gestión del agua se deberá hacer de forma integrada y en consonancia con el medio natural. Si somos resilientes al cambio climático, estaremos preparados para hacer frente a sequías, inundaciones y a la subida del nivel del mar que afectaráà especialmente la línea de costa. Así, en nuestra casa, territorios relevantes como el delta del Ebro verán asegurados su futuro. Seguiremos también leyendo el agua como hemos aprendido a hacerlo durante la pandemia, previendo la evolución epidemiológica mediante el seguimiento de la presencia del virus en las aguas residuales.

¿Cómo lo conseguiremos? Con esfuerzo inversor, innovación, implantando tecnologías avanzadas de tratamiento, desplegando la digitalización del sector y con la gobernanza apropiada para poner poner en valor el agua y fomentar la cooperación. Estos retos, aunque con matices, son comunes para muchos países. Queda mucho por hacer, pero el punto de partida es alto y podremos exportar el conocimiento fortaleciendo nuestro tejido económico del agua y, por tanto, creando lugares de trabajo de calidad.

Se estima que el impacto económico de episodios de falta de agua como los que se pueden producir como consecuencia del cambio climático pueden impactar alrededor del 8% del PIB catalán. Sin duda, el uso sostenible del agua y los costes para conseguirlo son inferiores a las pérdidas que se derivarían de la no acción en un clima mediterráneo como el nuestro. Se trata, por tanto, de un eje clave de la recuperación económica con un claro efecto transformador de la sociedad, alineado con varioso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. ¿Seremos capaces de conseguirlo? Si sabemos leer el ciclo del agua y actuamos en consecuencia, podremos escribir un futuro esperanzador.