¿Habrá 'president' el viernes?

El fin de semana, dos destacados analistas próximos a JxCat afirmaron que era difícil que el viernes, el día fijado por la ley, hubiera la primera votación del debate de investidura. Las posiciones de ERC y JxCat seguían muy alejadas. Al parecer, ERC se niega a que la hoja de ruta a la independencia esté tutelada por un Consell de la República jurídicamente inexistente y presidido por Puigdemont. También es reticente a unificar la actuación en el Congreso de los Diputados.

Son posiciones lógicas. El Govern y el ‘president’ electo no deben estar supeditados a nadie. Y los 13 diputados de ERC en Madrid pesan mucho más que los cuatro de JxCat. Sin embargo, son las condiciones de JxCat. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí? ¿Cuáles son los errores de ERC?

Prisionera

Uno fue dar como única investidura legítima la del pacto con JxCat y la CUP cuando –aunque solo fuera para rebajar exigencias– podía no haber cerrado la puerta a otra con los comunes y el PSC. JxCat y el PSC ya tienen un pacto transversal en la Diputación. Pero ERC condenó de entrada la hipótesis transversal y quedó así prisionera de JxCat y la CUP.

Hay más. Puestos a pactar con JxCat –con quienes la pasada legislatura no se soportaron–, lo prudente y razonable era no pagar nada por adelantado hasta alcanzar un pacto global. Sin embargo, ERC votó a Laura Borràs para presidir el Parlament, un cargo muy relevante y más hasta que no haya Govern, sin tener atada y bien atada la investidura. Fue torpe.

ERC apostó todo al pacto con JxCat cuando los ‘puigdemontistas’ –una vez colocada Borràs– tenían dos alternativas. Una, investir a Aragonès. Dos, llevar la negociación al límite con la amenaza de repetir elecciones. ERC solo les superó en 35.000 votos y, eliminado el PDECat, una segunda vuelta podía hacer cambiar las cosas.

Alargar las negociaciones

Cierto, la repetición es una jugada con muchos riesgos, pero la amenaza permite –como apuntaban los comentaristas del fin de semana– alargar las negociaciones hasta finales de mayo (fecha límite para la repetición automática) con el objetivo de que ERC vaya tragando. Y que Aragonès acabe saliendo, pero desgastado y habiendo perdido plumas.

Pero el domingo hubo un vuelco con el anuncio de un preacuerdo para la investidura entre ERC y la CUP, que suman 42 diputados. Si Aragonès quiere, habrá pues investidura el viernes, pero puede no salir elegido porque le faltan 26 diputados para los 68 de la mayoría absoluta. A no ser, claro, que el acuerdo con la CUP tenga el efecto esperado por ERC: forzar a JxCat a votar a Aragonès para no ser los únicos culpables de que no haya un Govern independentista. O para que rectifiquen en la inmediata segunda votación. JxCat tenía el arma de la repetición electoral y ERC le ha devuelto la pelota al pactar con la CUP.

Coste de imagen

¿Quién ganará? Quien aguante más. JxCat puede seguir dilatando, aunque ahora con un coste mayor de imagen. Y ERC sigue encapsulándose mal. La CUP es volátil, el pacto debe ser aprobado en asambleas abiertas y la decisión solo se sabrá el jueves, un día antes de la investidura. E ir del brazo con los antisistema, que siempre creen que los Mossos se extralimitan, no es la mejor tarjeta para gobernar desde la moderación.

¿Qué pasará? Solo Puigdemont lo sabe. Lo seguro es que el Govern que surja de estas tortuosas peripecias no será más eficaz y consciente de la pluralidad catalana que el que gobernó los últimos años. Con una gran diferencia, Pere Aragonès tiene más currículum que Quim Torra, que solo fue elegido porque Puigdemont creyó que era el más sumiso de la lista de JxCat.

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