Opinión | Cita con las urnas

Luis Mauri

El elefante de Borràs

La víctima del veto independentista al PSC no es Illa, sino Aragonès, atrapado en el marco mental de Junts. La eterna inseguridad adolescente de ERC ante Convergència y sus herederos

Pere Aragonés, Laura Borràs y Salvador Illa.

Pere Aragonés, Laura Borràs y Salvador Illa.

La política es el arte de lo que no se ve. ¿Es esta máxima una oda a la prudencia y a la discreción o un himno a la opacidad del poder? ¿O un pálpito nostálgico del despotismo ilustrado? La discusión llevaría horas. Pablo Iglesias gusta de citar este lema. E Iván Redondo lo tenía como divisa de su consultoría política antes de ser jefe de gabinete del presidente Pedro Sánchez.

Discreción, prudencia, opacidad, despotismo…, la discusión llevaría horas, pero, de entrada, la leyenda no parece una apología de la transparencia. Y sí un excelente acicate para el periodismo que aún venera aquello de que noticia es lo que alguien no quiere que se publique y el resto son relaciones públicas.

La campaña catalana ha terminado con gran alboroto por la conjura independentista contra Salvador Illa. Más allá de la extravagancia que hoy representa en Europa el levantamiento de un muro excluyente de la socialdemocracia, o de la expropiación de la identidad nacional que supone el veto, este no es más que una redundancia superflua: Illa y Pere Aragonès llevan toda la campaña proclamando de forma solemne y en horario de mañana, tarde y noche que el PSC y ERC no formarán parte de un mismo gobierno tras el 14-F.

Entonces, ¿cuál es la virtualidad de la jugada independentista? ¿Qué rédito real aporta? ¿Y a quién? Habrá que buscar lo que no se ve, o lo que se ve menos.

Nueva ecuación

Hasta que Illa apareció en la carrera, solo había una incógnita principal: la resolución de la larga guerra entre Junts y ERC por la hegemonía en el campo independentista, es decir, por el poder. Pero la llegada de Illa y el estirón socialista modificaron radicalmente la ecuación. El 14-F ya no tenía solo dos, sino tres aspirantes al primer puesto, y el recién llegado parecía capaz de dar el golpe.

La ecuación es distinta, pero el pulso ERC-Junts sigue siendo caudal. El independentismo sigue teniendo grandes posibilidades de conservar la mayoría parlamentaria, aun en caso de que Illa venza. Por tanto, es probable que el combate ERC-Junts acabe por decidir la presidencia.

Espantajo y ratonera

Junts ha martirizado a ERC con el espantajo de un tripartito a la manera de los de Pasqual Maragall y José Montilla. Aragonès ha intentado zafarse, pero en la escapada se ha metido de bruces en la ratonera de Laura Borràs. El pacto vetado es como el famoso elefante del lingüista californiano George Lakoff: ocupa el centro del pensamiento solo con decirte que no pienses en él.

Illa, la supuesta víctima del veto, no es tal. El muro independentista destaca al candidato socialista sobre todos los demás y refuerza un eje de la campaña del PSC: todos contra él. Sin duda, le ayuda a aglutinar el voto útil constitucionalista. Si la operación tiene un damnificado, no es Illa, sino Aragonès, atrapado en el marco mental que dicta Junts. La eterna inseguridad adolescente de ERC ante Convergència y sus herederos.  

Todos los firmantes del veto al PSC menos Borràs estamparon la rúbrica el 10 de febrero. La candidata de Junts lo hizo dos días antes, el 8. O era la más interesada en la conjura o solo estaba más desocupada y localizable que los demás.

Lo que no se ve.

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