Apunte
La meritocracia y el trabajo
Considerar que quien se enriquece es por su exclusivo mérito y quien se queda por el camino lo es por su demérito es una interpretación tan interesada como simplona y sirve de coartada para la desigualdad
Jordi Alberich
Economista
Jordi Alberich
La pandemia, con sus restricciones a la movilidad, ha agravado de manera dramática una fractura política y económica que viene de lejos. Así, no solo debemos recomponer los destrozos directos del coronavirus, sino que, también, nos corresponde abordar de una vez las cuestiones de fondo que nos condujeron al desastre en que ya nos habíamos sumido, previa la explosión del covid-19.
Hace ya décadas, vivimos la eclosión de una deriva del liberalismo que tuvo la habilidad de generar unas ideas fuerza que, habiendo arraigado, son, en buena parte, origen del malestar que arrecia por todo Occidente.
Este es el caso del concepto de 'meritocracia', que viene siendo objeto de una interpretación tan interesada como simplona, y que sirve de coartada para la insostenible desigualdad. Sus defensores consideran que quien se enriquece es por su exclusivo mérito, y quien se queda por el camino lo es por su demérito. Así, no solo la riqueza acompaña a quien triunfa, sino que la ética también está de su lado. Y quien pierde, encuentra la pobreza y acarrea la vergüenza de ser responsable de su desdicha.
En una sociedad digna, todo trabajo merece ser reconocido por el mero hecho de ser ejercido, lejos de las descomunales diferencias que hoy se dan entre unos y otros. Pero, además, resulta que esta supuesta meritocracia se halla al servicio de quienes triunfan en un determinado ámbito: el de los negocios. Así, me pregunto qué concepto de meritocracia legitima que un alto directivo pueda ganar 50 veces más que una oncóloga. O me cuestiono si es éticamente aceptable que fondos de inversión, cuyos ejecutivos en tiempos de coronavirus teletrabajan desde su segunda residencia, puedan alcanzar enormes plusvalías en el sector salud, mientras el médico que atiende al paciente infectado percibe poco más de 2.000 euros netos mensuales.
En meses, nos habremos vacunado del coronavirus, pero algo seguirá yendo muy mal, y por tiempo. Para nuestros males de fondo, no hay el mínimo asomo de vacuna.
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