La salida

Morir es más difícil de lo que parece y aún lo es más despedirse de los vivos y que los vivos lo hagan de los que pronto morirán. Y aún más hacerlo con lucidez, sin sentimentalismos de poca monta, sin aspavientos. Es un terreno resbaladizo, porque la despedida, "la salida", como dice Arcadi Oliveres, es un trance que tanto puede desatar llantos incontenibles como rechazo porque la muerte, este desapego, puede convertirse en un cierto espectáculo.

Por eso estoy viviendo con emoción la iniciativa que la familia de Oliveres tuvo hace una semana. El profesor de Economía, expresidente de Justícia i Pau, y tantas cosas más ( "sacudida constante", como afirma Xavier Graset), está gravemente enfermo. "Su horizonte es breve", como dicen. Con este acotado escenario, han pedido que los amigos, los alumnos, los colegas, todos los que le quieren, le hagan llegar el reconocimiento y la estimación con mensajes personales que, si puede, leerá. Cálidos y vivos. Emprender la salida con plena conciencia es también saber que, al pie del andén, hay gente que levanta la mano para decir adiós. "Son mis últimos días", dice Oliveres, "pero son felices".