La gestión de la pandemia

Ser útiles desde el municipalismo

Una oficina municipal de atención ciudadana.

Una oficina municipal de atención ciudadana. / Albert Bertran

Agnès Lladó

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El año 2020 nos ha cambiado la vida a todas y a todos. Los ayuntamientos hemos sido la primera línea para gestionar la pandemia, teniendo que dar respuesta a las ciudadanas y a los ciudadanos, sobre todo a los más vulnerables. 

Hemos tenido que variar muchos planteamientos para hacer frente a todas estas situaciones, sin precedentes en nuestro país. Hemos sacado recursos inicialmente previstos para otros proyectos para destinarlos y ponerlos al servicio de la ciudadanía. Desde las instituciones, las dinámicas se han tenido que romper por fuerza. De repente, habiéndose parado la actividad empresarial y laboral hasta el punto que lo hizo, nos encontramos encima de la mesa con situaciones y con responsabilidades que no hubiéramos esperado nunca. Situaciones que necesitaban una respuesta porque había que ayudar a la gente. Una vez más los ayuntamientos y los municipios hemos sido la primera puerta para gestionar esta pandemia. Remangándonos, como siempre. 

Y es precisamente esto lo que caracteriza el mundo municipalista: estar junto a la gente, ayudarla. El reto como ciudad y como país de superar la pandemia es mayúsculo. Tenemos que utilizar las herramientas que hay a nuestro alcance para proteger a los más vulnerables, a las empresas y para cuidar a quien nos cuida. Como municipios tenemos que ser útiles a la gente que más sufre, luchando por sus intereses, buscando recursos de donde sea para garantizar las oportunidades y un futuro digno para todo el mundo, con buenos servicios, que puedan responder en momentos duros como los actuales. 

Y lo tenemos que hacer con una mirada feminista desde todos los ámbitos, para construir un futuro y una sociedad más igualitaria, avanzada y que respete a todo el mundo. Una manera de gobernar basada en el republicanismo y el bien común, para transformar y romper dinámicas instauradas desde hace demasiado tiempo, haciendo las cosas diferentes, trabajando conjuntamente. Y para hacerlo, la empatía es la mejor manera de acercarnos a las personas, de ponernos en su lugar, de adoptar su punto de vista, para así conocer y comprender las situaciones, las emociones y los miedos que atraviesan y encontrar la manera de ponerle remedio. Las personas no somos robots, y por eso la empatía es imprescindible para gestionar el día a día, para ser mejores como personas y para encontrar soluciones conjuntas a nivel de ciudad y de país en estos momentos en que estamos inmersos. 

Las broncas que está recibiendo la gestión de la pandemia -sobre todo en el ámbito catalán, pero también a nivel local- y de la gestión que los servidores públicos hacen a nivel general del día a día en una ciudad afloran cada vez más, sobre todo en las redes sociales. Nosotros escuchamos las críticas, intentamos aprender de los errores y rectificamos si es necesario para hacerlo mejor. La mayoría, no obstante, son críticas fáciles, nada constructivas, partidistas y que no ayudan al bien comunitario

Los valores republicanos tienen que estar hoy más presentes que nunca: la solidaridad, el compromiso, la vocación transformadora, la participación, el bien común o el feminismo son hoy en día más necesarios que nunca.

Tal como dijo el doctor Mark K. Baker, la mayor expresión de empatía es ser comprensivos con alguien que no nos gusta. Si fuéramos más empáticos, todo iría mejor.