La nota

Iceta, en tres etapas

Ha sido clave en revivir al PSC tras la ofensiva del independentismo y en la renovación del PSOE con Pedro Sánchez

El nuevo ministro de Política Territorial y Función Pública, Miquel Iceta, recibe la cartera del Ministerio.

El nuevo ministro de Política Territorial y Función Pública, Miquel Iceta, recibe la cartera del Ministerio. / Ballesteros

Joan Tapia

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Pedro Sánchez juega fuerte al hacer ministro a Miquel Iceta, veterano de la política catalana, y al permitir (incluso alentar) que Salvador Illa, el ministro de Sanidad que por su estilo ha logrado salir bien en las encuestas pese al coronavirus, sea el nuevo candidato del PSC a la Generalitat.

 Iceta, que había sido concejal en Cornellà (con Montilla), diputado en Madrid y en el Parlament y fontanero de Moncloa cuando Narcís Serra era vicepresidente, saltó al primer plano de la política catalana -cercano a Montilla- cuando en 2003 Pasqual Maragall fue elegido 'president' de la Generalitat. En los dos tripartitos (Maragall y Montilla) fue portavoz parlamentario del PSC y vicesecretario del partido.

La carrera de Iceta ha estado marcada por tres grandes etapas. La primera, la del tripartito y el Estatut de 2006, en la que tuvo un papel importante pero no de primera fila y donde debió aprender que el entusiasmo de la izquierda por pasar página de los 23 años de pujolismo no acabó demasiado bien. La política catalana y española es una dura y larga prueba de montaña, en la que ilusiones, improvisaciones, errores tácticos y divisiones de fondo suelen llevar al fracaso.

La segunda experiencia es haber sido elegido primer secretario del PSC, aunque solo tres años después de la dimisión de Montilla. El poderoso Baix Llobregat, de donde provenía, prefirió explorar otros caminos. Iceta, que valora los aparatos de partido, sabe que tienen límites y aunque dúctil, no es nada dócil. En 2014 fue primer secretario casi de penalti y evitó -tras Pere Navarro- que el PSC se deslizara por la acomodación al independentismo. Fue una batalla dura que pagó cara y en la que el partido perdió a políticos de primera como Castells, Nadal y Tura.

Pero tuvo razón. Entonces se propagaba, por plumas aplaudidas, que Artur Mas era el futuro y el PSC sería barrido por el viento de la historia. Ahora ha sido el segundo partido en las últimas legislativas y municipales, Mas confiesa que todo salió al revés de lo previsto y la antigua CDC se ha fraccionado -sin contar Unió- en al menos tres partidos: PDECat, JxC y PNC, por orden de aparición en escena.

El PSC ha sobrevivido e Iceta se ha rodeado de políticos nuevos como el propio Illa, su secretario de organización, que viene del socialismo tarradellista y la sólida y aguda portavoz Eva Granados, formada en el sindicalismo ugetista. Pero Iceta es sobre todo dúctil y pese a sus posiciones firmes -no se puede ser independentista a medias ni estar solo medio embarazada dijo en una ocasión- se define como un "militante del pacto" y aspira a construir puentes. Cree que Catalunya perderá mucho peso si no sabe superar (o conllevar) la larga división entre constitucionalistas e independentistas. Y que es estéril escupir a la realidad.

Su tercera experiencia es el nuevo PSOE. Intuyó que la antigua estructura socialista -a la que no era ajeno- se equivocaba al cerrar el paso a Pedro Sánchez. Plantar cara a Podemos era imposible con Susana Díaz y sin una profunda renovación. Su decisión de que el PSC no siguiera las órdenes de Ferraz en la investidura final de Rajoy en el 2016 elevó al máximo la tensión PSC-PSOE. Pero luego Pedro Sánchez ganó, contra pronóstico, las primarias del 2017.

Con Iceta quizás llega al Gobierno de España el político del PSC con más oficio y astucia. Sus 60 años le han curtido más que al joven Narcís Serra los 39 que tenía cuando fue ministro de Defensa del primer Gobierno de Felipe González en el lejano 1982.    

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