La cita con las urnas

No exageremos que mentiríamos

No hay que esperar que en la segunda estación del vía crucis del ‘posprocés’, la que empieza el 14-F, se produzcan, quienquiera que sea el ganador, novedades significativas en el curso de este país

Urnas y papeletas de las últimas elecciones autonómicas celebradas el 21 de diciembre del 2017.

Urnas y papeletas de las últimas elecciones autonómicas celebradas el 21 de diciembre del 2017. / Julio Carbó

Xavier Bru de Sala

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Quizá casi todo vale cuando se trata de motivar a los apáticos para que participen en unas elecciones que consideran de escasa trascendencia, sobre todo comparadas con las de diciembre de 2017. Puede que valga exagerar y prometer el oro y el moro. Después de todo es la política, son los políticos los que se han ganado el descrédito a pulso. Todo vale pero no todo les conviene. Hay un nivel de exceso que desborda la capacidad de indulgencia de los votantes con sus opciones preferidas y que por lo tanto puede ser contraproducente para las formaciones que abusen.

No podemos saber quién presidirá la Generalitat. Sí es posible adelantar que el color de la legislatura, el tono, dependerá de cuál de los tres candidatos consiga por fin el premio gordo. El color, el tono, sí. No la solución, no el final de nada, en ningún sentido. No habrá acuerdo para una salida pactada al conflicto. El independentismo no será eliminado por ninguna vacuna, ni siquiera arrinconado. De proclamar la independencia, nada de nada, ni que los partidos que la sostienen sobrepasen el 50%. Ni dominio definitivo de ningún lado ni abrazo de Bergara. Estos son los límites. Todos los candidatos son libres de traspasarlos, de exagerar, de mentir a sus electores, de prometer lo que no va a suceder, pero antes deberían calibrar si así les animan o si desafían su sensatez con riesgo severo de propiciar el desánimo.

El ‘procés’ se acabó hace tres años, con el resultado de derrota del independentismo paliada por el mantenimiento del Govern y la mayoría en el Parlament. ¿A que esto no ha cambiado nada fundamental? ¿Verdad que la legislatura que finaliza será recordada por las consecuencias del ligero retraso en la retirada de una pancarta? Pues no esperen que en la segunda estación del vía crucis del ‘posprocés’, la que empieza el 14-F, se produzcan, quienquiera que sea el ganador, novedades significativas en el curso de este país. Solo dependen matices, nada despreciables, eso sí, en las consecuencias de la derrota.