La nota

Cuando América cumple

La justicia y las instituciones han abortado el autoritarismo populista de Trump que pretendía aferrarse al poder

Los preparativos para la toma de posesión engalanan el Capitolio.

Los preparativos para la toma de posesión engalanan el Capitolio. / Reuters

Joan Tapia

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El referendo del Brexit de 2016 y la elección el mismo año de Donald Trump dejaron claro que el populismo -programas demagógicos de líderes irresponsables- es una seria amenaza para las democracias cuando no se han sabido satisfacer las expectativas sociales y morales de un alto número de electores.

Los años de Trump, que han dividido a América y han exhibido un peligroso nacionalismo proteccionista, han sido una amarga experiencia. Y ello, junto a los graves sucesos del 6 de enero con la ocupación por sus adictos del Capitolio, han hecho que Estados Unidos haya perdido credibilidad como primera democracia mundial. Cierto, Trump, aun perdiendo, ha tenido más votos que en 2016 y buena parte de sus electores todavía cree que le robaron las elecciones.

El trumpismo sigue siendo una amenaza, pero el miércoles Biden tomó posesión de la presidencia porque las instituciones democráticas americanas, pese a sus defectos, han funcionado bien. Esta es la principal conclusión de lo sucedido desde las elecciones de noviembre: las instituciones americanas han protegido la democracia contra un presidente que, con mentiras y amenazas, pretendía aferrarse al poder.

Lo primero a destacar es que tras la victoria electoral de Biden todos los estados, incluidos los gobernados por republicanos, mantuvieron pese a múltiples presiones los resultados de las urnas. El caso estrella fue el de un alto dirigente republicano del Estado de Georgia -donde contra lo previsto ganó Biden aunque por escaso margen- que no solo se negó a la exigencia de Trump de "encontrarle" 11.000 votos más, sino que hizo llegar la grabación de la llamada telefónica al 'Washington Post', lo que originó un gran escándalo y hundió aún mas la figura del presidente saliente.

Por otra parte, todos los tribunales ante los que se esgrimió un presunto fraude electoral dieron la espalda a Trump que no logró tampoco ningún apoyo en el Supremo, pese a que seis de los nueve jueces vitalicios son conservadores y tres de ellos fueron propuestos por él. El presidente no pudo manipular a los jueces, incluso a los que le debían el cargo. Algo que desde España merece una reflexión.

El tercer dato es la actitud de los militares. Cuando se empezó a temer -un próximo a Trump lo pidió- que el presidente podía recurrir al Ejército, diez exsecretarios de Defensa, todos los que todavía viven, hicieron pública una carta en la que advertían que los militares estaban subordinados a las instituciones democráticas. Y los secretarios de Defensa (republicanos o demócratas) no suelen ser simpatizantes progresistas. Además, los mandos militares dejaron claro que no eran ellos los llamados a arbitrar las reclamaciones de Trump.

Luego, el mismo día 6 y tras la ocupación del Capitolio, el Senado y la Cámara de Representantes validaron la elección de Biden. El vicepresidente Pence no se sometió a las invectivas de Trump, que lo tildó de traidor, ni tampoco el líder de los republicanos en el Senado Mitch McConnell. Solo siete senadores de los más de 50 republicanos obedecieron al aún presidente.

Y ahora el segundo 'impeachment' sobre el que decidirá el Senado -que inhabilitaría a Trump y le impediría presentarse en 2024- es posible (no seguro) que salga. Y con el apoyo de varios senadores republicanos.

Biden es presidente porque las instituciones americanas -que no son santas- han abortado el autoritarismo de un presidente que quería hacer grande a América. 234 años de tradición democrática cuentan.       

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