El post-covid

Barcelona

La reconstrucción posterior al coronavirus necesita de nuevas prioridades y políticas públicas y de una renovada ambición privada

Vista aérea de Barcelona

Vista aérea de Barcelona / Alejandro García / Efe

Jordi Alberich

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En este inicio de año, el agravamiento de la tercera oleada viene a coincidir con el comienzo de la fase de vacunación, que debe controlar la expansión del covid-19 en unos meses. Así, a la vez que perseverar en la vía sanitaria, debemos acelerar el debate acerca de cómo reconstruir los destrozos sociales y económicos de una pandemia que ha evidenciado y agravado las carencias e incertidumbres que ya veníamos padeciendo, previa la explosión del coronavirus. Una desorientación que viene de lejos. Y en esa confusión generalizada, destaca Barcelona.

La ciudad ha transitado, en pocos años, de una euforia desatada a una depresión que no remite. Y es que, más allá de estos vaivenes de un cierto carácter maníaco depresivo, lo que subyace es la agonía de un modelo, extraordinario en su momento, y del que hemos vivido durante décadas. Por ello, más allá de parches, actuaciones erráticas, o consideraciones en clave sectorial, se requiere de una visión global y compartida con que responder a este entorno tan cambiante.

Ciudad de atributos

Y deberíamos abordar esta exigencia desde el optimismo, pues Barcelona recoge aquellos atributos centrales en el mundo que viene. Así, por ejemplo, los vectores del fondo europeo Next Generation para la reconstrucción y reforma son transición verde y digitalización, a los que añadir el indispensable refuerzo en el ámbito sanitario. Curiosamente, en estos tres ámbitos, Barcelona cuenta con los activos para situarse entre las metrópolis innovadoras y de referencia a nivel global.

La labor es compleja, y aunque debe ser liderada por el Gobierno municipal, este no es el único actor, pues resultará muy determinante lo que suceda en las próximas elecciones al Parlament de Catalunya del 14 de febrero. Necesitamos unas nuevas prioridades y políticas públicas que, a su vez, deberán venir acompañadas de una renovada ambición privada pues, a menudo, la supuesta fortaleza de la sociedad civil no pasa de mera retórica. Acompañada, eso sí, de un extraordinario autobombo.