Opinión | Apunte

Sergi Sol

Periodista

Sergi Sol

La copla de los indultos

Como si de un billete de 500 euros se tratara, mucha gente habla de los indultos pero nadie parece haberlos visto

Prisión de Lledoners.

Prisión de Lledoners. / periodico

La copla de los indultos a Oriol Junqueras y el resto de presos y presas lleva meses coleando. Como si de un Bin Laden se tratara, de un billete de 500 euros, mucha gente habla de ellos pero nadie parece haberlos visto.

Los últimos aspavientos han llegado –cómo no– del Supremo, que ha vuelto a arremeter preventivamente contra el Gobierno 'socialcomunista'. Por si acaso al presidente Pedro Sánchez se le ocurriera firmar en uso de sus atribuciones constitucionales, ahí está ya la Fiscalía del Supremo rasgándose las vestiduras como si del brazo ejecutor de la derechona se tratara. No es ninguna sorpresa. Para nada. No hay que olvidar que el fiscal jefe del Supremo, Javier Zaragoza, lleva meses protestando ante una sentencia que considera, cuanto menos, benévola.

Para Zaragoza, según ha repetido y escrito hasta la saciedad en diversos medios de comunicación, Junqueras y sus compinches deberían haber sido condenados por rebelión. Zaragoza abraza así la tesis de Vox y el cacareado golpe de Estado. Es decir, evocando el último golpe de Estado reconocido como tal, como lo de Tejero en el 81. Ya no digo como lo de Franco, puesto que mientras el general africanista triunfó en su alzamiento, el coronel de la Benemérita fracasó con estrépito.

Esto es, en un lenguaje inteligible y práctico, Junqueras debiera haber sido condenado –en lugar de 23– a 25 años de cárcel y cumplirlos a rajatabla. Y, a poder ser, en Salto del Negro (Canarias) o en algún lugar lejos de mano amiga alguna que pudiera favorecer un trato de favor. No como todos los condenados del GAL, que uno tras otro se fueron escaqueando pese a sentencias condenatorias por secuestro, torturas e, incluso, asesinatos. O como Tejero, que cumplió pena en un chalet adosado a la prisión, con piscina y cancha de tenis particulares en unos años en que las cárceles españolas parecían las de Guatemala.

Ya escribió Machado: "Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son, y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe el autor".

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